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Las seis comunidades de Twitter

Una excelente investigación de Pew Research acaba de describir seis tipos de «conversación» que se producen en Twitter. Es sumamente interesante observar sus configuraciones reales, y muy estimulante imaginar qué diversas estrategias podríamos abordar en función de la forma que adquieren nuestros públicos.

Este es el esquema de los seis tipos, de derecha a izquierda y de arriba abajo. Los nombres de los tipos de comunidad los pongo yo. Los autores prefieren nombres menos metafóricos.

1. Las dos tribus. En la conversación política y las grandes controversias sociales, dos grandes grupos hablan del mismo tema con furtes relaciones internas entre sus miembros y pocas conexiones entre grupos.

2. El concierto. Los fans, los aficionados a un tema, los profesionales… Un único grupo con poca gente aislada y fuertes relaciones internas.

3. El supermercado. Cada cual entra y compra, sin que haya relaciones entre los presentes. Muchos individuos aislados y pocas relaciones entre ellos.

4. El gran bazar. Pocos grupitos, aunque dentro de llos haya relaciones relativamente densas. Como en un gran bazar: por un lado los fabricantes de calzado, por otro los de textil, más allá los de especias…

5. El predicador. Un solo individudo (los investigadores ponen el ejemplo de Krugman) emite. Los demás expanden.

6. El servicio al cliente. Muchos individuos dirigen sus quejas, comentarios o demandas a un mismo y único sujeto.

 

 

 

 

 

Basta de risas

Publicado en @infolibre

En El lobo de Wall Street, ese depredador del mundo real que se llama Jordan Belfort, un operador salvaje de bolsa de unos 50 años, interpretado por Leonardo DiCaprio, habla al teléfono con un pobre hombre a quien intenta estafar vendiéndole acciones de una compañía que según las mentiras del bróker, tiene gran potencial. Mientras conversa con el incauto comprador, que termina por aceptar la mierda que le ofrecen, Belfort hace gestos obscenos que ridiculizan al ciudadano víctima del robo. Una decena de compañeros brokers de Belfort lloran de la risa conteniéndose para que el tonto al otro lado del teléfono no se percate.

La película es un retrato barroco de los excesos de los años 90, en plena efervescencia especuladora en el mercado de Nueva York. Y de la vida real del tal Berfort, arquetipo máximo del ladrón de guante blanco.  Pero también es una metáfora de la condición humana. Unos cuantos se enriquecen a costa de la mayoría y se ríen a sus espaldas. Belfort pasó 22 meses en prisión en Estados Unidos y fue obligado a devolver algo más de cien millones de dólares a los estafados. Según crónica de la revista Time, debe el 90 por ciento. Y va por ahí dando conferencias sobre técnicas de ventas y cobrando unos cuantos millones en derechos de imagen para la explotación de su historia en cine y en libros. Un crack el tal Belfort.

La semana pasada el presidente del Banco Santander, después de habernos dicho que en la economía española “hay un cambio de ciclo clarísimo”, certificaba que su banco había ganado 4.370 millones de euros en 2013 , el doble que el año anterior. En España el beneficio fue un buen pellizco de cerca de 500 millones. Como en una Asamblea de accionistas uno se dirige fundamentalmente a sus inversores, el presidente señaló que “somos uno de los cuatro bancos del mundo que no ha dado pérdidas en ningún trimestre desde el comienzo de la crisis». Por eso el Santander es un orgullo patrio y el señor Botín un modelo de empresario ante el cual yo me quito el sombrero y los gobiernos españoles guardan reverencial respeto.

Sucede sin embargo que tengo un amigo que le debe su banco aproximadamente 160.000 euros. Un listo ahora jubilado, entonces director de una sucursal de provincias, le recomendó a mi colega que pidiera un crédito para comprar un coqueto inmueble en la costa. Se lo tasaron en unos 200.000 y el banco se los prestó casi en su totalidad. “No te preocupes: la vivienda no bajará. Lo sabe todo el mundo”. Como millones más, creyó lo que el emperifollado director le dijo, y compró. Eso fue en 1999. Años más tarde, ya con  55 de edad, mi amigo perdió el empleo. Como millones más, trató de vender la casa. Como millones, no pudo y tuvo que bajar su precio. Ahí sigue, sin venderse. Cuesta ya menos que el precio que se pagó por ella. Ignoro cómo la tiene apuntada en sus cuentas esa sucursal: si por 200.000 o por 160.000. Pero mi querido amigo no puede poner la calefacción en su vivienda habitual porque tiene una deuda asfixiante con el banco; ha tenido que llamar a un abogado de oficio para que le asista ante un posible desahucio; y no sabe ya qué más hacer para vivir el resto de su vida con un poco de dignidad. No tiene ingresos. No tiene empleo. El día menos pensado vienen a sacarle de su casa si unos cuantos no le echamos una mano.

Vuelvo a mis palomitas y veo a Leonardo DiCaprio haciendo gestos cómicamente obscenos al teléfono interpretando al ladrón Belfort, mientras le vende basura a ese pringado. Y, fíjate tú qué cosas, se superpone en mi cabeza la imagen de un banquero bronceado y con impecable corbata, jactándose del resultado de su impresionante empresa. Mientras Belfort, en la piel de DiCaprio, encula imaginariamente a su pobre víctima al otro lado del teléfono, yo me imagino a un banquero partiéndose de la risa a cuenta de la miseria de mi amigo. Que dios me perdone por tan grosera comparación.

Contra la maternidad forzada: guía de campaña para evitar la contrarreforma de la Ley del aborto en España

Publicado en InfoLibre

Primero. Pelear contra el silencio. Cuando yo tenía 13 años, en el Colegio San Agustín de Madrid a los niños se nos mostraban en diapositivas piernas y bracitos diminutos ensangrentados, aspiradoras intrauterinas, enormes tijeras quirúrgicas, papeleras llenas de restos humanos. En esos años, a principios de los 80, la Iglesia y los conservadores – ahí estaban ya quienes nos gobiernan ahora, o sus padres, literalmente – utilizaban cada uno de sus terminales, incluidos los auditorios de los colegios concertados para su cruzada contra el “asesinato de bebés” o “la muerte de inocentes en el vientre de sus madres”. Así veían ellos la amenaza de la ley del aborto que ahora reivindican, y que tanto sudor le costó al Gobierno socialista de entonces. Fracasaron en el intento de impedir su aprobación, a pesar del inmenso ruido que hicieron con sus exhibiciones de diapositivas salvajes en los colegios religiosos, cartas pastorales en las iglesias, manifestaciones en las calles, coro de los medios conservadores dominantes y feroz oposición de la derecha en las Cortes.

Tras quince años callados, los conservadores volvieron a generar algo de ruido en 2009 y 2010, cuando Zapatero y la ministra Bibiana Aído lideraron un nuevo cambio en la ley para igualarla a las legislaciones de la mayoría de los estados de la Unión Europea, alcanzando un amplio consenso en las Cortes, que incorporó incluso votos del PNV y de CiU, dos partidos de extracción cristiana. Pero en aquella ocasión la derecha pensó que no convenía asustar a su electorado más centrista, que podría darle el gobierno unos meses después. El Gobierno de Zapatero estaba ya herido de muerte por las penurias de la crisis, y caería solo. Sí, se organizaron unas cuantas manifestaciones por aquí y por allá, pero el PP eligió la discreción… y esperar.

Y aquí está de nuevo, aplicándose en la realpolitik: unos días antes de Navidad, con el Parlamento cerrado, con el soniquete del sorteo de la Lotería y la gente pensando en los langostinos y el turrón, el Gobierno anuncia su contrarreforma. Al día siguiente de la presentación del proyecto por el ministro, nadie del PP comenta. Curioso. Primera advertencia, pues: el Gobierno y el PP van a tratar de no decir mucho. Hará como con los desahucios, la ley de transparencia, los cambios en las normas de los registradores, Bárcenas, o las vallas con cuchillas… aguantar en silencio y no discutir… Muy Rajoy: total, ¿para qué líos? Tienen un inmenso poder institucional y pueden aprobar lo que les venga en gana con su mayoría parlamentaria. La izquierda progresista debería pues redoblar el esfuerzo para generar atención, porque el Gobierno no va a entrar en debate. Incluso podría en el trámite parlamentario ceder un poco y pasar por magnánimo.

Será necesaria una gran alianza, que cuente no solo con las feministas, sino con todas las mujeres. Y con los hombres. Y con los médicos, los intelectuales, los artistas, los indignados, los sindicatos, los universitarios… O logramos que el grito sea clamoroso, o el Gobierno volverá a aplicarse en el genuino modelo Rajoy: “La segunda ya tal…”, “lloviendo mucho, gracias…”, “las cosas son como son”, “me voy que estoy un poquillo cansao…” No hay nada más agotador en una campaña que la ausencia de respuesta del adversario. El empeño inicial debería ser mantener la tensión para evitar que la causa caiga en el olvido.

Segundo. Estamos en una cruzada contra la maternidad forzada. Es importante entender que más allá de la desidia estratégica del Gobierno, quienes quieren forzar a las mujeres embarazadas a ser madres – digámoslo como lo vemos – se consideran auténticos cruzados salvadores de niños. Lo viven con verdadera pasión. Se sienten “defensores de la vida”. Son apasionados, están movilizados, cuentan con la fuerza de la llamada de Dios, actúan convencidos y se sienten héroes que esconden a pequeños bebés contra la ira de Herodes. Por eso salen a la calle en familia con sus niños en brazos, se dicen “pro-vida”, y nosotros se lo compramos muchas veces llamándoles “pro-vida”; bonito regalo les hacemos.

Ya está bien. Ni un regalo semántico más. Esta contrarreforma que el Gobierno anuncia bajo el nombre “Anteproyecto de Ley Orgánica para la protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada”, es ni más ni menos que una “ley de maternidad forzada” y una pura y nítida supresión del derecho de las mujeres a decidir cuándo quieren ser madres. Algunos carecemos seguramente de la fuerte motivación trascendental que llena los templos religiosos, pero estaríamos dispuestos a salir a la calle por la libertad de las mujeres y para que las compañeras, las esposas  y las hijas de padres como yo – de cinco hijos, por cierto, que nadie me dé lecciones  en esto – puedan interrumpir su embarazo si es en un plazo determinado, para no arruinar su vida o la vida de su hijo.

Reclamar esa libertad de las mujeres a ser madres cuando quieran, exige dar algo a cambio: hay un momento a partir del cual sólo un descerebrado no reconocería que ahí dentro hay un bebé. Un embrión de ocho semanas no es un feto de seis meses. Por eso tienen sentido las leyes de plazos. Y por eso a individuos como yo nos suenan un poco chirriantes eslóganes como “mi bombo es mío” o “tu ley me la paso por el coño”, como han vociferado algunas organizaciones especialmente cabreadas. Con todos los respetos por las organizaciones feministas, que siempre han estado y están en la vanguardia de la defensa de los derechos de las mujeres, esta no es una causa ya sólo de las feministas más militantes. Nos corresponde a muchos más. También a los hombres, aunque el derecho a decidir sobre la maternidad les corresponda a las mujeres y no a nosotros.

Tercera. Es sencillamente mentira que con esta ley se restaure el orden constitucional. No se lo admitamos. Paremos esa mentira en cada ocasión. Alberto Ruiz Gallardón, hijo de José María Ruiz Gallardón,  ponente del recurso de inconstitucionalidad contra la ley de 1985, en una suerte de venganza personal por la memoria de su padre, afirma que el Tribunal Constitucional reconoció entonces al nasciturus como “un bien jurídico protegido”. Y con esa cantinela tiñe de apariencia jurídica una decisión netamente religiosa. Sí, el Constitucional dijo que “el nasciturus es un bien jurídico protegido”, pero negó taxativamente que “al nasciturus le corresponda también la titularidad del derecho a la vida”. Punto: acogiéndonos a la doctrina constitucional, un embrión fecundado, un nasciturus, no es titular de derecho a la vida. Y luego dijo el Constitucional: “… Esta protección que la Constitución dispensa al nasciturus implica para el Estado con carácter general dos obligaciones: La de abstenerse de interrumpir o de obstaculizar el proceso natural de gestación, y la de establecer un sistema legal para la defensa de la vida que suponga una protección efectiva de la misma y que, dado el carácter fundamental de la vida, incluya también, como última garantía, las normas penales.” Y aquí suelen dejar de leer los muy tramposos coristas del Gobierno. Pero resulta que la frase siguiente de la sentencia dice: “ Ello no significa que dicha protección haya de revestir carácter absoluto; pues, como sucede en relación con todos los bienes y derechos constitucionalmente reconocidos, en determinados supuestos puede y aun debe estar sujeta a limitaciones, como veremos posteriormente”. Y, efectivamente, luego el Tribunal dijo que los supuestos de aquella ley (violación, malformaciones, daño para la madre) eran aceptables porque la libertad y la dignidad de las mujeres sí son derechos. Es cierto que luego se pidió (antes los recursos se resolvían previamente a la entrada en vigor de las leyes), que la ley fijara las cautelas (informes médicos, etc.) para garantizar el cumplimiento de esos supuestos, pero la sentencia fue clara en cuanto a la legalidad de los supuestos y la primacía de los derechos de la mujer en determinadas condiciones.

Si tanto respeto tiene el ministro de Justicia por la Constitución, ¿por qué no espera a que su Tribunal sentencie sobre el recurso que los conservadores presentaron contra la Ley de 2010, que amplió los derechos de las mujeres con una ley mixta de plazos y de supuestos, en línea con las legislaciones europeas? Es muy sencillo: no quiere esperar porque sabe que el Tribunal sentenciaría a favor de aquella Ley, cuya redacción se completó con cien ojos y mil precauciones precisamente porque se sabía que habría recurso inmediato. Pareciera que Gallardón hijo no quería someterse al bochorno que ya sufrió su padre hace 29 años: que el Tribunal diga que en España manda la Constitución y no el Catecismo. Así que antes de que lo diga (como hizo con el matrimonio homosexual, por cierto), mejor liquidar el asunto. Pues bien, deberíamos tener ya preparados media docena de grupos de juristas pluma en mano dispuestos a redactar recursos de inconstitucionalidad en cuanto la ley se apruebe. Ya que tanto les gusta la Constitución, hablemos de Constitución.

Cuarto. Esta es la aplicación de un principio religioso inaceptable desde cualquier otro punto de vista. Se inventan principios jurídicos y médicos para justificar decisiones religiosas. No son muy valientes, no: más les valdría decir lo que piensan: que un óvulo fecundado es un ser humano y abortar un asesinato. Los ginecólogos que no son religiosos saben que esa presunción solo vale para quien aplica un axioma religioso. La biología y la medicina consideran que hay un ser humano independiente cuando su vida es ya independiente de la de la madre. Y el derecho laico considera que hay una persona, es decir, un sujeto de derechos, en esas mismas condiciones. Gobiernos con fuerte ascendencia religiosa como el nuestro o como los de América Latina, rechazan por ese motivo las leyes de plazos de corte europeo avanzado. Aceptar los plazos es aceptar la relativización del concepto de “vida”. Pero todas las cartas de derechos universales de cualquier tipo, excepto, obviamente, las que están de una u otra manera influidas por las iglesias, entienden que “vida” como derecho es un concepto “indeterminado”. Que hable el Tribunal Constitucional español, de nuevo: “La vida es un concepto indeterminado sobre el que se han dado respuestas plurívocas no sólo en razón de las distintas perspectivas (genética, médica, teológica, etc.), sino también en virtud de los diversos criterios mantenidos por los especialistas dentro de cada uno de los puntos de vista considerados”. Una vez más, solo con un catecismo en la mano puede defenderse que un embrión fecundado o un embrión de 8 semanas tenga derecho a la vida.

Quinto. Forzar a las mujeres a ser madres afecta a la libertad de todas, pero más aún a las más pobres. Ese rosario de informes que el ministro Gallardón quiere pedir a las mujeres para que puedan interrumpir su embarazo en los dos supuestos aún contemplados (violación y peligro para la madre), es menos tortuoso y menos inhibidor para la mujer rica. Las mujeres ricas o simplemente pudientes, cogerán un Easyjet y se plantarán en Londres. Las mujeres ricas tienen amigos médicos con los que orientarse. Las mujeres ricas tienen más recursos, también para entender que, bajo el supuesto “grave peligro para la salud psíquica de la mujer” pueden colarse abortos de otro modo ilegales. Las mujeres pobres se rinden antes. Conocen menos. Tienen menos recursos. No olvidemos lo que sucedía en España justo cuando los socialistas preparaban su famosa ley de los 80: heroicos ginecólogos y heroicas monjitas salvaban a bebés no deseados, o de madres que los héroes consideraban pecadoras, o poco preparadas, para darlos en adopción a familias pudientes de la sociedad burguesa bienpensante. Puede que esas historias de niños robados, monjas “salvaniños” y madres solteras desvalidas, no fueran posibles hoy, pero los elementos de la trama nos siguen pareciendo tan vigentes como entonces.

Tres ideas para resumir:

-         Esta ley que se anuncia fuerza a las mujeres a ser madres contra su voluntad: podríamos llamarla “ley de maternidad forzosa”.

-         Sólo conforme al catecismo se puede justificar esta ley, porque el Constitucional ha señalado taxativamente que a un embrión no le corresponde el derecho a la vida.

-         La ley de maternidad forzada que se anuncia permitirá abortar las mujeres ricas que sepan usar el supuesto de peligro psíquico, pero se lo pondrá muy difícil a la mayoría de las mujeres con menos recursos.

No claudiquemos: España no puede dejar pasar esta contrarreforma lamentable.

Para qué sirve un rey. Manual para republicanos

Publicado en InfoLibre

Para la izquierda, un rey, cualquier rey, encarna los peores demonios. Un poder que se hereda por mero nacimiento, sin reconocimiento de mérito alguno. La representación máxima de la desigualdad, intrínseca al estatus adscrito y no adquirido por el esfuerzo. La identificación con las posiciones políticas más reaccionarias a lo largo de la Historia: reyes como señores feudales, reyes peleando contra reyes, ajenos al sufrimiento de sus pueblos, reyes absolutistas, reyes contrarrevolucionarios, reyes riquísimos entre súbditos miserables…  Un estilo y unas formas inevitablemente clasistas y, por ancestrales, genuinamente conservadoras: coronas, oropeles, tronos, reverencias… Frecuentemente, una vinculación con los poderes tradicionales, en general poco identificados con la modernidad: el poder religioso, el poder militar, el poder económico de clase.

Por eso, naturalmente, los progresistas suelen ser mucho más críticos con los reyes, las reinas y sus príncipes, y en medios como éste abundan las noticias y las opiniones negativas sobre ellos. Soy consciente del lugar en el que me atrevo a escribir y no espero que esta pieza logre un récord de retuits ni una conversión masiva de republicanos. Pero como el día 24 y el 25 de diciembre asistiremos un año más a la liturgia del monarca que se dirige a su pueblo, la disección de cada una de sus palabras y las consabidas reacciones de unos y otros (“bien”, dirán Rajoy y Rubalcaba; “mal” o “medio mal”, dirán los demás), sí quiero proponer aquí una reflexión simple y un poco más cínica de la figura de la monarquía en nuestro tiempo. Adoptando una posición muy poco vinculada emocionalmente, y, si se quiere, una curiosidad antropológica, el juicio que a mi personalmente me merece la monarquía no es tan negativo como el de mis colegas republicanos.

Las sociedades necesitan referentes políticos simbólicos. Los cuadros con las caras de los dictadores se colocan en los comercios, las escuelas y las salas de la Administración de los lugares en los que gobiernan. Los presidentes de las repúblicas con sistemas presidenciales (como los Estados Unidos o las repúblicas de América Latina) se convierten en “reyes”, aunque no sean de sangre roja. Sus cuadros y fotografías presiden también los grandes salones ceremoniales. Sus esposas o, alguna vez, sus esposos,  son primera dama o primer esposo. Su familia es la primera familia, y nadie concibe que queden en el anonimato. La vida de la primera familia es pública, se espera que sea ejemplar y, en muchos aspectos, se parece a la vida de la familia real en las monarquías actuales. Con frecuencia se hace el paralelismo entre Obama y su familia y, por ejemplo, Rajoy y la suya. Es un paralelismo engañoso. La familia que actúa como referente en España es la familia del rey.

Se dirá que hay muchos países que contienen esa tendencia social a mirarse en el espejo de una única familia ahí arriba. Sí, es cierto, pero la tendencia existe. En repúblicas tan respetables como la francesa o la italiana hemos asistido a espectáculos muy lamentables a cuenta de la vida personal de los mandatarios: recuérdense los líos de Mitterrand, de Sarkozy o de Berlusconi. Los penosos escándalos que afectan a la monarquía española son incluso más graves precisamente porque se espera que esas cosas con pasen en un palacio real. Quizá fuera sano no necesitarlas, pero puestos a buscar referencias morales y estéticas en una familia, no parece mala idea que preveamos de forma estable que haya una familia ya preparada para ello. Por supuesto, si es así, esa familia tiene que ser impecable en su comportamiento. Sin excusa y sin descanso. Y si no lo es, entonces la institución no tiene sentido.

Una reina o un rey es además una herramienta posible de representación exterior. Como concepto a mí me parece interesante que esa tarea la haga alguien que no está vinculado a la política de partido (divisiva por naturaleza), y alguien además que ha sido preparado o preparada para ello: formado en el protocolo internacional, que hable idiomas, acostumbrado al trabajo de sonreír, agradecer, besar niños y recibir y entregar regalos de Estado. En el caso particular de España, además, esa tarea debe hacerse con especial cuidado en América Latina. Con respecto a nuestras relaciones con ella, yo prefiero la permanencia de la figura de los reyes o el príncipe (gente que no cae nada mal por allí, por cierto), que el cambiante talante de los presidentes del Gobierno españoles.

Un rey es un símbolo: ni más ni menos. Símbolo de la unidad de un pueblo y de su permanencia. Te lo dice un monárquico y suena patriotero. Pero es pura antropología política. La izquierda suele sentirse más displicente que la izquierda con esos símbolos (las banderas, los himnos, los escudos…). Los conservadores son mucho más sensibles hacia ese fundamento moral que Jon Haidt ha llamado “pureza/santidad” (en su libro The Righteous Mind). Pero lo cierto es que una sociedad busca en algún lugar y construye esos artilugios ceremoniales. Y sobre esos símbolos se articula la identidad y la diferencia. Por eso a los independentistas, claro está, no les gusta el rey, o, al menos, no reconocen al rey del Estado que se supone les tiene atados.

Eventualmente, una reina o un rey puede ser un buen árbitro. Por supuesto, ese papel debe ser excepcional. Pero no está tampoco mal que haya alguien por encima de la política para cuando surjan asuntos de orden mayor. Y un rey puede consolar mejor que un presidente. Es de reconocer el efecto balsámico que puede tener para mucha gente el abrazo de un rey o una reina en momentos de angustia colectiva: tras los desastres naturales, los accidentes o los ataques. También pueden ofrecer consuelo los presidentes y los alcaldes, pero los reyes con frecuencia hacen el trabajo mejor porque parte esencial de su preparación es específicamente ésa. Y porque se espera en ellos una labor unificadora y no divisiva como la que se asocia por naturaleza a la política.

Una monarquía puede servir hoy para esas cosas: inmateriales, simbólicas, de representación, morales… no siempre esenciales, pero a veces relevantes. El problema surge cuando la narrativa esperada no se corresponde con la representada. Y entonces la monarquía se convierte en un invento maligno, porque decepciona los fundamentos que se supone debe ensalzar. Así, un rey no puede avergonzar a su pueblo. Un rey no puede hacer negocios. Un rey  no puede pasarlo bien si su país sufre. Un rey no puede permitirse ni un capricho ni veleidad alguna a su alrededor. La institución pierde todo el sentido si la fábula que se cuenta y  que se representa no remiten a moralejas más o menos verosímiles sobre quiénes somos y a dónde vamos, y cómo celebramos nuestra unidad y enfrentamos la adversidad. Sin eso, la monarquía actual no sirve absolutamente para nada.

 

¿Tener hermanas te hace más conservador? ¿Y tener hijas más progresista? Parece que sí

 

Un artículo escrito por los profesores Healy y Malhotra en Politico nos pone al día de los avances de la investigación sobre las relaciones familiares y su influencia en las ideologías y las actitudes políticas.

Es natural pensar que los esposos y sus hijas e hijos tiendan a pensar lo mismo sobre las grandes cosas, y que tiendan a coincidir a grandes rasgos también en su lineamiento político (conservador o progresista, por ejemplo, o «independiente» en algunos casos). A fin de cuentas, lo normal es que uno/a quiera compartir su vida con alguien que piensa más o menos como él/ella y que los niños coincidan más o menos con sus padres en la visión del mundo. Esta tendencia quedaría también impresa en nuestra genética, como una respuesta evolutiva a la presión por el mantenimiento de la unidad del grupo. Los estudios pioneros de Kent Jennings y de Richard Niemi encuestaron a familias completas desde los años 60 para ver la evolución y confirmaron que en Estados Unidos así era: los padres republicanos tenían hijos republicanos la mayoría de las veces, y los padres demócratas tenían hijos demócratas. Curiosamente, si los padres se identificaban con partidos distintos, sus hijos tendían a ser más moderados. Y si los padres tenían poco interés en la política, los hijos también. Sobre la genética y la política hay un libro reciente de John Hibbing y otros que pone al día de los avances en la investigación (Predisposed: Liberals, Conservatives and the Biology of Political Differences).

Predisposed: Liberals, Conservatives, and the Biology of Political DifferencesPero más allá de la influencia de la genética (sobre la cual, por cierto, hay poco que hacer de momento), ¿qué sabemos de la influencia del género de los familiares en las actitudes políticas de la gente? Algunas cosas curiosas procedentes de diversas investigaciones:

a) Los padres que tienen una hija (en comparación con los que tienen un hijo) tienden a tener ideas más igualitarias en lo que respecta a la igualdad de género. Esa influencia no se ve en las madres: se supone que ellas están más concienciadas ya de entrada. (Shafer y Malhotra 2011).

b) Los congresistas hombres de Estados Unidos que tienen hijas son más progresistas en el voto sobre cuestiones reproductivas como el aborto, que aquellos que tienen hijos (Washington 2008).

c) Los hombres consejeros delegados que tienen hijas tienden a buscar salarios más iguales en sus empresas (Dahl et al. 2012).

d) Los jueces que tienen hijas tienden a juzgar con más proclividad hacia los derechos de la mujer que aquellos que no las tienen (Glynn y Sen 2013).

Pero las niñas en la familia no siempre generan ideas progresistas a su alrededor. Los autores del artículo en Político nos advierten de que en una investigación que se hará pública próximamente, han descubierto que el hecho de tener hermanas hace que los niños sean más conservadores en lo que tiene que ver con la visión de los roles familiares. Los hombres con hermanas, por ejemplo, tienden a compartir las tareas del hogar luego con sus esposas en menor medida que aquellos que no tienen hermanas.

Piñera y los mineros chilenos: uno de los mayores espectáculos de los últimos tiempos

 

Ahora que Piñera agota sus últimos días como presidente de Chile, para dar paso a Michelle Bachelet, no está de más recordar lo que pasó en los inicios de su mandato, marcado por dos crisis repentinas. Primero fue el terremoto brutal que incluso sacudió el salón en el que tomaba la banda presidencial, precisamente de manos de Bachelet. Pero al poco tiempo fue el accidente que dejó encerrados a 33 mineros en la profundidad de un agujero de la mina San José en el desierto de Atacama.

En Los 33: el círculo secreto, el escritor valenciano Alfonso Aguado reconstruye la historia con final feliz, concentrándose en lo que no se vio. En el libro, que es de lectura fácil y muy interesante, Aguado relata el papel del presidente Piñera y su actuación en el que fue uno de los mayores espectáculos televisivos de los últimos años. Recordemos que finalmente fueron sacados con una grúa monumental llevada al lugar para la ocasión, después de mucha angustia y mucha preparación, y a la vista de miles de millones de personas.

Algunos pasajes sobre el papel del presidente:

Página 77: Antes de la visita inicial al agujero, cuando los mineros están ahí dentro y no se sabe aún qué pasará con ellos:

Desde su llegada al aeropuerto de Copiacó hasta la reunión que ha celebrado con sus ministros de Minería, Trabajo, Salud, la Intendenta de Atacama y otros cargos gubernamentales y regionales, ha estado recibiendo presiones:

– Los ánimos de los familiares están muy caldeados y su reacción resulta impredecible; no debería arriesgarse a presentarse en la mina.

– Hay muchos medios de comunicación, presidente, y todo apunta a que el recibimiento no será amistoso.

– Los abucheos de los familiares no serían nada buenos para su imagen política.

Pero Piñera responde:

– Me voy a la mina y si me quieren decir que no, me voy igual.

Página 129: Cuando se confirma que los mineros están vivos y se espera a que llegue Piñera para contarlo a la prensa mundial:

El presidente ha visto esa misma mañana morir en sus brazos a Eduardo Morel, padre de su mujer, en su casa del barrio residencial de Las Condes, en Santiago. Sentía un gran afecto por él y le gustaba pasar a su lado horas conversando sobre todo tipo de temas relacionados con la historia. Desde que ha llegado a la casa, a las 8 de la mañana, hasta las 12, hora en la que ha muerto su suegro, ha estado pegado a él y al teléfono, permanentemente comunicado con la mina. Su mujer, Cecilia, está también en la casa junto a sus cinco hermanos. Cecilia necesita en esos momentos más que nunca el consuelo de su marido; hace un año murió su madre y ahora acaba de morir su padre. Pero su marido es el presidente y el presidente no debe demorar más su partida para coger un vuelo urgente hacia Copiacó.

Durante el trayecto aéreo se entera de que están todos sanos y salvos. No hay que ser muy listo para deducir el impacto mediático nacional y mundial que supone dirigirse a los medios de todo el planeta para dar la noticia y mostrar el papel escrito por los mineros. Tiene que ser él quien dé al mundo la buena nueva, así que tendrán todos que esperar su llegada.

Nada más aterrizar en Copiacó, sale corriendo del avión y se sube a un helicóptero que le lleva hasta la mina. Cuando finalmente llega, todo son abrazos, sonrisas, cánticos patrióticos y ondear de banderas chilenas. Familiares, técnicos y autoridades, que hace solo tres días estaban reñidos, celebran juntos y unidos por la emoción el final de la difícil búsqueda.

Piñera luce una sonrisa abierta en los labios y un gesto de enorme satisfacción en el rostro. Es su momento de gloria y el «pantallazo» televisivo más grande que ha tenido nunca. Personalmente, el momento es convulsivo; viene de secar de los ojos de su familia las lágrimas de dolor que causa la muerte, para compartir lágrimas de alegría por una increíble victoria de la vida en el campamento esperanza. Coge la bolsa de plástico con el mensaje de los mineros y lo muestra al mundo a través de las numerosas cámaras de televisión que hay apostadas a su alrededor. Ha ganado. Ha hecho una apuesta fuerte y la ha ganado.

– Muchas noches soñé con un día como este. Soñé con esta explosión de alegría, emoción y lágrimas de felicidad – dice exultante, rodeado de periodistas y familiares de los mineros.

Después de un sentido discurso de diez minutos, se disculpa por la ausencia de su mujer, aunque no especifica que se ha debido a la muerte de su padre, para no poner un punto negro entre tanta alegría.

– ¡Viva Chile, mierda! – es el grito populista, coreado por todos los presentes, con que acaba el discurso.

Página 11. Cuando los mineros salen de la mina.

Una cápsula metálica está sacando con éxito uno a uno a los mineros atrapados. Todo parece estar saliendo tal y como estaba preparado. Más de mil millones de personas de todos los rincones del planeta asisten a la emotiva escena a través de las pantallas de sus televisores, superando la audiencia de la llegada del hombre a la luna.

Al salir del agujero son recibidos como héroes. Han logrado derrotar a su propio destino, que parecía haberles condenado a morir bajo tierra. Resulta conmovedor ver brillar tanto orgullo en los rostros de unos hombres con existencias marcadas por la marginación social e incluso la humillación. Seres invisibles que parecían no existir para el resto de los mortales, convertidos en el centro del mundo, tras su victoria sobre el enemigo más implacable… la muerte.

Un enjambre de cámaras de televisión transmite al resto del mundo cada uno de sus movimientos: los efusivos abrazos del presidente Piñera, las lágrimas de emoción de los familiares, el beso del hijo, la sonrisa del padre y el aplauso entusiasta de todos los invitados a la celebración. Los dos mil periodistas acreditados para cubrir el insólito espectáculo iluminan con sus flashes la escena. «El mundo entero nunca olvidará esta noche,» dice el presidente, con una sonrisa de oreja a oreja.

Todo se desarrolla según el guión previsto, sobre el enorme escenario donde se representa una de las más grandes epopeyas humanas de los últimos tiempos; sin embargo, muy pocos saben lo que hay detrás de ese escenario, oculto a los ojos de los espectadores. Si esta historia ha logrado cautivar a tanta gente de tan diferentes lugares, edades, credos y condiciones sociales es porque tiene algo que muy pocas tienen: magia, pero como toda magia, esconde trucos que solo el mago conoce.

Los políticos, los jefes oficiales del rescate, los familiares y los mineros se funden en abrazos interminables y felicitaciones mutuas en el pequeño plató montado por la televisión chilena alrededor de un agujero.

El guión del espectáculo de la salida  a la superficie de cada minero tiene una estructura básica: el minero sale de la cápsula, besa y abraza al familiar que está esperándole y se dirige al presidente Piñera, quien le dedica un pequeño discurso personalizado y un abrazo tan efusivo con el del familiar… pero sin beso. Luego, se acerca a saludar a una larga fila de personas, entre quienes se encuentran la mujer del presidente y un número considerable de políticos. La fila aumenta y disminuye su longitud según diversas circunstancias, entre las que destacan la hora y el cansancio de sus componentes, factores que también afectan al presidente, ausente durante algunas horas para dormir a pierna suelta en la habitación que le han fabricado en uno de los barracones.

Importante organización progresista española busca

 

 SECRETARIO GENERAL

¿Eres capaz de trabajar en situaciones de extrema presión y en ambientes deprimentes? ¿Tienes ideas genuinamente progresistas y te atreves a defenderlas en voz alta? ¿Estás dispuesto a asumir riesgos sin que ni siquiera nosotros mismos garanticemos nuestro apoyo? ¿Eres valiente incluso en las situaciones más difíciles? ¿Tienes capacidad de liderazgo para inspirar y motivar a miles de líderes políticos y millones de ciudadanos? ¿Tienes las ideas claras, pero eres flexible y con capacidad estratégica para sobrevivir en un entorno muy turbulento? Somos un partido estancado en las encuestas desde hace ya años, que no acaba de encontrar su Oremus. Debatimos como bizantinos si nos conviene el centro o la izquierda, lo viejo o lo nuevo, España federal o mejor como está, austeridad o keynesianismo, primarias o no, “Open Government” o mejor no tanto… ¡Trabaja con nosotros: como nuestro principal adversario está casi peor que nosotros, tampoco estamos tan mal!

 Funciones:

 Dependiendo de un Comité probablemente dividido se encargará de motivar a la organización para volver a ser central en la política española, ofreciendo una narrativa eficaz en defensa de la gente corriente frente a los privilegios de unos pocos, es decir, reforzando las esencias del discurso de la izquierda. En un ambiente altamente competitivo, se responsabilizará de evitar la fuga de votos a opciones electorales hasta ahora menores y la caída a un lamentable hasta un cuarto puesto en el Parlamento, que todo puede pasar. El/la candidato/a deberá encontrar su sitio entre la antigua dirección y la novedad por la novedad. Será indispensable que actúe sin complejos para reconocer lo que se hizo mal y para reivindicar lo que se hizo bien, que fue mucho. El candidato tragará sapos, con toda probabilidad perderá las próximas elecciones (aunque podría ganar las siguientes) y tendrá que sobrevivir a la mirada inquisitorial y desconfiada de sus “barones”, sus “mayores” y sus adversarios dentro y fuera de la organización. Se le dará amplio margen para que establezca alianzas con los centenares de organizaciones de la izquierda, hoy cada una por su lado. Tendrá que afrontar un auténtico cambio en la organización para abrir sus puertas y evitar que sus sedes sean sólo lugares de confección de listas electorales. Deberá restaurar la reputación de la organización para que los jóvenes no se avergüencen de pertenecer a ella o darle apoyo en las encuestas. Abordará tamaño desafío en las peores circunstancias financieras imaginables. No se exige formación específica ni idiomas (se valorará el conocimiento del inglés), pero sí dedicación exclusiva y 24 horas al día, 7 días a la semana.  

Se ofrece:

  • Un electorado de aproximadamente un tercio de la población, ansioso por encontrar rumbo e inspiración.
  • Una sociedad indignada, en general tolerante y deseosa de un discurso contundentemente social y solidario.
  • Una oportunidad evidente ante un Gobierno que desaprueban 80 de cada cien ciudadanos.
  • Una organización centenaria con una capacidad sorprendente (al menos hasta ahora) para enfrentar dificultades.
  • La experiencia de un centenar de exministros y millares de expertos progresistas que han gobernado España durante 21 años de los 36 de democracia, con resultados más que aceptables.
  • Salario innegociable de 56.000 euros netos al año (4.000 euros al mes en 14 pagas, aunque la de Navidad podría eliminarse por decreto).
  • Plan de promoción personalizado que, con sacrificio e inteligencia, puede llevar al candidato/a a la jefatura del Gobierno.

 

Proceso de selección:

Los interesados/as deberán hacer llegar su oferta de manera indeterminada, porque por el momento no se ha definido el proceso de selección. No hay mucho tiempo; pero tampoco vamos a agobiarnos, que la vida es muy corta y hay que vivirla…

(Publicado previamente en TintaLibre e InfoLibre).

El PSOE sin IDEAS

Publicado en InfoLibre

Si alguien necesita sitios para pensar de manera organizada es la izquierda. Casi por definición, la derecha suele estar mejor conectada con los centros del poder económico. Simplificando, podríamos decir que la derecha está tan presente y tan cómoda en las escuelas de negocios como la izquierda en las tertulias de escritores o en los cafés-concierto. Es casi parte de su ADN respectivo.

Por eso muchos aplaudimos el anuncio de la creación de un gran think tank dependiente del PSOE, en el verano de 2008. Y aplaudimos también que bajo el paraguas de aquella nueva Fundación IDEAS, se integraran dos años después las actividades principales de tres
de las fundaciones socialistas más antiguas: la Pablo Iglesias, la Ramón Rubial y la Jaime Vera
.

La Fundación IDEAS se convirtió en muy poco tiempo en un referente indiscutible. Además de reforzar las actividades que las organizaciones socialistas precedentes habían venido desarrollando en el pasado, aumentó considerablemente el espectro de su trabajo y
aprovechó las sinergias de esa nueva estructura para conectar la nueva factoría de ideas con la formación de cuadros, la cooperación con otros partidos, los españoles en el exterior, y la presencia en América Latina, actividades hasta ese momento desconectadas. En un salto cualitativo sin precedentes, desarrolló una nueva red internacional y estableció relaciones muy cercanas con los principales think tanks progresistas de Estados Unidos y Europa (como el Center for American Progress, FEPS o Policy Network). Creó un
Comité Científico del que aún forman parte personalidades como Joseph Stiglitz, Jeffrey Sachs, Jeremy Rifkin, Vandana Shiva, Loretta Napoleoni o  Nicholas Stern. Produjo decenas de policy papers de calidad incuestionable y homologables a los estándares de las instituciones más prestigiosas del mundo. Promovió y financió decenas de investigaciones y actividades para renovar el pensamiento progresista. Y organizó algunos de los encuentros más relevantes que la izquierda ha tenido en el mundo en los
últimos años, en el marco de la iniciativa Global Progress. Bajo el liderazgo de Zapatero, participaron en las actividades de IDEAS todos los nombres más destacados de la izquierda mundial, desde Clinton y Lula, hasta Bachelet y Hollande, algo que no se había producido en toda la historia del PSOE.

Con ese nuevo tinte innovador y con un foco especialmente importante en materias económicas, la Fundación aportó datos e investigaciones sobre los desafíos sociales, laborales y medioambientales de nuestro tiempo. Y sobre ellas construyó ideas
audaces sobre el crecimiento inteligente, la sociedad de las oportunidades, las nuevas tecnologías o las nuevas formas de energía del futuro. Haciendo uso de una sede casi desocupada hasta entonces, en la famosa calle Gobelas, IDEAS se convirtió en solo cuatro años uno de los diez mejores think tanks políticos del mundo, según el ranking de la Universidad de Pensilvania.

Hace unos días, el secretario general del PSOE firmaba su acta de defunción. Quien esté interesado, aún puede descargarse de Internet las decenas de documentos producidos en la corta vida de la institución. Se ha ofrecido la más fácil de las excusas para su cierre, pero
algunos nos tememos que la verdadera razón es que IDEAS era una fundación demasiado innovadora y demasiado progresista para un PSOE tan poco audaz, tan bloqueado y tan conservador como el que vemos en este momento. Una institución a la que se respeta no puede estar al albur de un director determinado. Sobre la gestión del único director que ha tenido IDEAS, creo que además tanta crítica, sería justo reconocerle algunos méritos, suyos y de las redes que formó. En todo caso, más allá de la opinión de cada cual sobre el pasado reciente, es evidente que la pervivencia futura de una institución no puede depender de un solo factor, ni siquiera de su director. Esa es una mala excusa para presentar a los cientos de consultores, profesores, especialistas o voluntarios con los que IDEAS ha trabajado en su corta vida, y entre los cuales se encuentra este servidor.

¿Por qué entonces este cierre tan brusco? IDEAS fue una buena idea de Zapatero y, aún hoy, nadie se atreve a reivindicar la figura del
presidente que nos sacó de la guerra más absurda, que promovió la extensión de derechos de ciudadanía, que primero planteó el federalismo como posible solución a la cuestión territorial, que más contribuyó a terminar con ETA, y que evitó, sacrificando su propio prestigio personal, una repentina intervención de nuestra economía.

La dirección del PSOE, que, por cierto, fue coprotagonista tanto de los éxitos como de los fracasos de aquel presidente hoy escondido, aún siente que aquella Fundación era rémora de un pasado infeliz. Por otro lado, la organización de la Fundación IDEAS exigió necesariamente la cesión de algunas parcelas de poder, y algunas poltronas, en manos de ex dirigentes del Partido Socialista. En un
contexto de crisis y caída de recursos, la defunción de IDEAS les devuelve al statu quo anterior a 2008
, y les permite quedar en sus sillones algún tiempo más.

Así anda el PSOE actual: a la defensiva, torpe, lleno de complejos, sin ambición y, desde ahora, sin IDEAS. Uno creía que esas eran cualidades típicas de los conservadores, pero es evidente que también pueden afear a un partido que se dice progresista.

 

 

Los equipos de campaña no aciertan al predecir su victoria electoral: un estudio sobre la sobrestimación de tus fuerzas

Interesantísimo estudio de dos profesores de Estados Unidos que entrevistaron a 4.000 miembros de los diferentes equipos del Partido Demócrata en las últimas 200 elecciones de diverso nivel. Les preguntaron qué decían las encuestas sobre la posible victoria o derrota de su candidato respectivo, con garantía de anonimato. Pues bien, en la mayoría de los casos se equivocaron. Y no en cualquier dirección, no. Los errores fueron de sobrestimación: lo más frecuente fue que creyeran que ganarían cuando en realidad luego perdieron. Se ve muy bien en este gráfico aportado por los investigadores:

 

En el cuadrante superior derecho, los casos en los que los equipos predijeron victoria y tuvieron victoria. En el muy poblado cuadrante superior izquierdo, los casos en los que se predijo victoria y se perdió. En el inferior izquierdo, los casos en los que se predijo derrota y hubo derrota. Y en el desierto cuadrante inferior derecho (ni un solo caso en él), la eventualidad de predecir fracaso y ganar. Nos equivocamos pero no por pesimistas, sino por brabucones y optimistas. Cuidado.

El paper completo está aquí:

Enos, Ryan y Eitan Hershey. 2013. “Elite Perceptions of Electoral Closeness: Fear in the of Uncertainty or Overconfidence of True Believers”

 

En qué no ayudan las jóvenes con pechos desnudos a la causa de la interrupción voluntaria del embarazo

Publicado en InfoLibre

 

Esas tres jóvenes quitándose la camisa, agitando brazos, gritando y subiéndose a la barandilla del Congreso, han logrado su objetivo principal: hacerse notar, “molestar”, como decía la portavoz española, dar a conocer su organización, llamada Femen, captar voluntarias y simpatizantes para su causa en España, calentar el ambiente para la apertura de su brazo español. Después de interrumpir al ministro Gallardón en el hemiciclo, la imagen de sus pechos desnudos dio la vuelta al mundo como un reguero de pólvora, poniendo en evidencia la contrarreforma que prevé el Gobierno español en materia de derechos de las mujeres sobre su maternidad. Felicidades, pues: todo un éxito mediático, nacional e internacional. Siempre que suceden estas cosas en la tribuna de invitados (esto no es obviamente nuevo: recordemos a los trabajadores de Sintel, los activistas de Nunca Mais, los artistas contra la Guerra de Irak…) muchos nos congraciamos con esas protestas pacíficas que rompen la rigidez de la vida parlamentaria y la frecuente sordera y arrogancia de los gobernantes. Nada que objetar por este lado.

No hay nada nuevo en el desnudo como herramienta política. Cada pocos días hay en el mundo alguien que se desnuda para llamar la atención sobre su causa: echándose al suelo cubierto de sangre ficticia contra el comercio de pieles de animales, montando en bicicleta por la paz, plantándose frente a un glaciar para denunciar el calentamiento del planeta, quedando en biquini ante una veintena de líderes mundiales para protestar por la contaminación de los ríos… En España, el impecable Albert Rivera, de Ciudadanos, se desnudó para hacer campaña cubriendo solo lo imprescindible. En un libro reciente (Naked Politics: Nudity, Political Action, and the Rhetoric of the Body), el profesor Brett Lunceford da un buen repaso al fenómeno del desnudo como táctica reivindicativa.

El problema es que en el caso español no se trata sólo de armar ruido, sino de evitar que el PP logre con su mayoría absoluta situar a España en los años 70 en lo que respecta a su legislación sobre interrupción voluntaria del embarazo. Y creo que el PP, después de la acción de las jóvenes de Femen, se siente un poco más fuerte. ¿Por qué? Porque la acción, el eslogan y el discurso antirreligioso de Femen, sitúa a sus militantes en el plano en el que ellas desean libremente ubicarse: en un movimiento antisistema y contracultural. Veamos:

Lo que sí es nuevo es que Femen es un grupo de jóvenes mujeres (con cuerpos jóvenes, lo que añade interés al espectáculo) y con un tono nítidamente anticlerical. En otros lugares han entrado en iglesias y han derribado cruces. En su acción del pasado martes escribieron en su torso “aborto sagrado” y luego señalaron que ellas pueden hacer con su cuerpo lo que les dé la gana, y declararon que sus acciones pretendían liberar de la imposición de la moral cristiana y de “los cilicios que aprietan la mente” de los promotores de la nueva ley. En
el imaginario colectivo evocado y reforzado tras su acción, por tanto, la causa por la libertad de la mujer en su maternidad, por el derecho a la elección, queda en manos de jóvenes antisistema que reclaman hacer lo que quieran con su cuerpo, y que consideran que el aborto es sagrado. Es legítimo pensarlo y divertido ver cómo lo defienden a su manera, con gran éxito de público.

El inconveniente es que ese discurso fugaz, gamberro y molestón, puede opacar el verdadero interés del asunto y la verdadera amenaza. No es que las mujeres puedan hacer lo que quieran con su cuerpo. Hasta la ucraniana fundadora de Femen probablemente estaría de acuerdo en que una madre embarazada de ocho meses no debería abortar. El problema es que Gallardón, en un lenguaje que creíamos superado, nos dice que desde la concepción hay un bebé, una aberración para la mayoría de los ginecólogos.
No es tampoco la religión el problema (no hay ni una sola sociedad en la que no haya religión y la mayoría de la población del mundo se declara de una u otra manera religiosa). El problema es que el Catecismo se imponga sobre la Constitución vulnerando la libertad de las mujeres a decidir sobre su maternidad. Eso – la libertad de la mujer – sí es sagrado: no el aborto, que más bien es una circunstancia penosa para quien se ve obligada a sufrirlo. Con respecto al anticlericalismo de la izquierda, he defendido en otro sitio (Frases como puños), que quienes somos ateos y nos resistimos a que nadie nos imponga sus ideas apelando a historietas míticas, haríamos mejor situándonos no contra la religión, sino a favor de cualquier religión o cualquier idea, incluido el ateísmo, por supuesto, de manera que ninguna prevalezca sobre las otras. Esa posición – la defensa de la libertad – es la que verdaderamente mina a la credibilidad de las iglesias dominantes, y no un enfrentamiento general con la religión.

La actuación de las jóvenes de Femen resultó divertida, exitosa e impecable desde el punto de vista de la publicidad. Ahora viene lo serio: que apelando a la libertad de las mujeres para decidir sobre su maternidad, dentro de plazos determinados, las mujeres – jóvenes y mayores, delgadas o gruesas, creyentes o ateas – y también los hombres que estamos con ellas, salgamos a la calle y exijamos al Gobierno que no dé un paso atrás en los avances sociales recientemente logrados, y que no permita que el Catecismo de la Iglesia Católica se imponga sobre los derechos de la mujer y sobre la Constitución. Iremos vestidos, será más aburrido y no seremos primera página en la prensa internacional, pero del tamaño de esa presión duradera, constante, central y percibida como mayoritaria (y no sólo de la acción pintoresca de tres chicas con sus seis pechos al aire), dependerá que este Gobierno ejecute lo que pretende o archive su proyecto, sintiendo la resistencia mayoritaria de la ciudadanía.