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¿Y si no han sido los hermanos chechenos?

Publicado hoy en InfoLibre

Hay historias que necesitan un cierre. La madre que desespera al no encontrar el cuerpo de su hija asesinada. Los nietos que buscan el cadáver enterrado de su abuelo en quién sabe qué fosa común (es una estupidez decir que se «reabren las heridas» buscando los restos de los represaliados por el franquismo cuando lo que se quiere es precisamente que cicatricen). Como saben muy bien los guionistas, los novelistas y los dramaturgos, el bueno, o su causa, han de sobrevir. El malo debe ser castigado y su causa defenestrada.

En El poder político en escena relaciono la caza y muerte de Bin Laden con un descubrimiento neurológico bien interesante. Michael Gazzaniga ha descrito casos en los que personas con miembros amputados siguen sintiendo dolor en los miembros ya inexistentes… hasta que por algún procedimiento de espejos, se les hace pensar en la ilusión de que el brazo o la pierna que duele, de pronto están en su sitio. El dolor desaparece. Según parece, esa argucia demuestra que el cerebro, en efecto, sufre cuando el relato – sobre tu cuerpo o sobre tu hija o sobre tu abuelo, o sobre los ataques del 11S – no queda bien cerrado. Y se produce alivio cuando de alguna manera adquiere sentido cerrándose bien. Por eso, explico allí, nadie cuestionó la evidente vulneración del derecho internacional y los derechos humanos en la operación que dio muerte al mayor villano que existía sobre la tierra en ese momento.

La historia del maratón de Boston ha quedado cerrada de manera magistral, pese a lo doloroso de su desarrollo. Alguien rompe el equilibrio en la gran ciudad, mata a tres inocentes y deja malheridas a decenas. De manera inmediata actúa la policía, que asedia sin compasión la ciudad en busca de los malvados. Los ciudadanos de Newtown aguantan estoicamente. Se encuentra a dos sospechosos, cuya foto con gorra, gafas de sol y mochila resuena en el imaginario del mundo entero. Resultan ser hermanos chechenos. Nadie allí sabe muy bien dónde está Chechenia, ni los detalles de su historia, pero su nombre evoca de manera inmediata las mayores atrocidades. El primero es liquidado en un tiroteo sin contemplaciones. El segundo, casi. Se aplica el «primero disparar y luego preguntar» tan poco bostoniano pero muy del admirado arquetipo del cow boy, tan ajeno a Obama como cercano a su antecesor. Putin felicita a Obama, porque los tipos son, se da por hecho, radicales musulmanes chechenos, la pesadilla de Rusia.

Poco importa que los hermanos tuvieran una vida tan americana, según todos y cada uno de quienes les conocían, como la del Pato Donald. Nada importa que ninguno de los dos presuntos asesinos haya podido defenderse ante nadie, ni siquiera ante un abogado. Nada importa lo que digan sus padres y sus amigos, que defienden la inocencia de los dos jóvenes o se extrañan de la imputación. Nada importa que haya más indicios a su favor que en su contra. Algunos hechos se hacen cuadrar con la narrativa: según parece, el mayor ya muerto había estado unos meses en Chechenia recientemente, aunque llevaba en Estados Unidos una década y era ciudadano americano como su hermano; había afirmado que no tenía ningún amigo americano; e incluso, se dice, de pronto había empezado a hacer las cinco oraciones diarias… Suficiente para dar a las buenas gentes del mundo el alivio del brazo fantasma que quita el dolor. Suficiente para consolar a la aturdida humanidad que necesita saber que si los malos nos atacan, serán buscados y castigados. Suficiente para dar sentido narrativo a la tragedia.

No defiendo aquí la inocencia de esos dos hermanos (en las redes sociales hay algunos que lo hacen, y no son afganos ni chechenos ni extremistas musulmanes, sino compañeros muy americanos de la universidad). Defiendo que, aun comprendiendo que en muchas ocasiones tenemos prisa por encontrar explicaciones, que la historia acabe bien no debería ser a costa de los más elementales principios del derecho, tan largamente peleados por el ser humano.

Cierre de filas, como borrar una hilera de hormigas

Artículo publicado en InfoLibre

Como la de cualquier otra especie sobre la tierra, podríamos interpretar la vida humana como una constante lucha por la energía. No solo como metáfora, sino como la más real de las exigencias de los seres vivos: la lucha por el alimento y por el agua en primera instancia. Después, la lucha por el dinero, por el hogar que te acoge para descansar y levantarte al día siguiente para reanudar el ciclo y la búsqueda de los recursos que te permiten subsistir a ti y a los tuyos.

Cuando con un simple pisotón rompes el equilibrio de una hilera de hormigas que van y vienen laboriosas guardando sus reservas de energía en el hormiguero, se producen interesantes fenómenos sociales, comparables a los que observamos cuando una cuantas cacerolas llenas de metralla rompen el equilibrio de un maratón en Boston. Por un tiempo esas hormigas huyen para cada lado, rompen su disciplina en ausencia de guía; algunas se pierden durante días. Su genética pronto indica que cuanto antes ha de restaurarse el orden por el bien de la comunidad. Se restablece el orden en cuanto las de menor rango ubican a sus líderes, aquellos especímenes más fuertes que son capaces de transportar el alimento más grande. Sucede entre los humanos que ante la angustia que produce un ataque externo inesperado, en la forma de un atentado terrorista, de un desastre natural, o de la muerte inesperada de un líder de la nación, por ejemplo, la población cierra filas con su líder. Los anglosajones lo llaman “rally ‘round the flag” y yo lo llamo “cierre de filas”. Al día siguiente del ataque de Boston, la aprobación de Obama aumenta tres puntos (la de Bush tras el 11 de septiembre subió 35). Hay incluso una vieja comedia, Cortina de humo, que utiliza el fenómeno como argumento: Dustin Hoffman, un productor de Hollywood, conspira con un consultor de comunicación, Robert de Niro, para ayudar al presidente de Estados Unidos a sobrellevar un escándalo de faldas, montando un inventado conflicto con Albania. El pequeño cierre de filas a Obama le ha durado poco, porque su popularidad viene bajando desde que se produjo el conocido subidón postelectoral de los ganadores, pero el efecto se notó los primeros días de la semana.

Como Maduro aprendió bien de su maestro, el malogrado Hugo Chávez, sabe bien que lo “mejor” que le puede ocurrir al líder de un pueblo es que le ataque una fuerza exterior. Nuestro ministro Margallo fue muy torpe dándole esa baza al presidente electo de Venezuela, que pudo el martes amenazarnos con ese belicoso “¡¡Cuidado, España, que sabremos defendernos…No se metan con nosotros. Cuidado con Venezuela que derrotamos al Rey hace tiempo!!». Margallo debería estudiar algo de ecología humana, o algo de sociología, para aplicarse con la misma inteligencia con que Henrique Capriles, el líder de la oposición, supo entender las dinámicas animales de los humanos, al retirar su convocatoria de manifestación masiva en Caracas, que podría haber terminado en tragedia.

Claro que nada dice que en la evolución de las especies triunfen siempre las pulsiones solidarias y unificadoras. No habría guerras ni conflictos. Al contrario: cuando los recursos son escasos y el enfrentamiento de grupos enemigos es muy enconado, se producen fenómenos disgregadores y conflictivos. Si la búsqueda de la energía que en última instancia nos guía no encuentra satisfacción, se forman coaliciones que terminan por enfrentarse entre sí, a veces a muerte. Se deponen líderes y se subvierte el orden establecido. Esta persistente crisis institucional, social y política que asola España podría crear una gran coalición “del pueblo frente a los poderosos”. Quizá cuando Felipe González advierte de que esto está a punto de estallar se refiera a eso. Porque desde el rey hasta Isabel Pantoja, desde los escraches a las manifestaciones en el hemiciclo del Congreso o unos metros más allá de sus muros, todas esas personalidades y personajes acosados son el poder. Por eso, con permiso, también se equivoca Rubalcaba cuando dice que los españoles no están preocupados por quién lidera el PSOE. Lamentablemente, esas siglas hoy no importan mucho a la mayoría, es cierto. Pero también lo es que, como las hormigas desorientadas tras el pisotón, muchos españoles quisieran encontrar un liderazgo en la izquierda que fuera capaz de renovar la esperanza de millones que están cansados de que unos cuantos, en la peor de las crisis, se lo lleven crudo.

Cómo dejar el trono sin abdicar

Artículo publicado hoy viernes 5 de abril en InfoLibre: 

La foto que el hijo tomó de su padre Adolfo Suárez y del rey

 

Da igual lo que a mí personalmente me parezca ético o no, y dejo a un lado el debate “monarquía o república”. Pero si se trata de dar continuidad a nuestro régimen actual, y en términos puramente estratégicos, no podemos pedirle al rey que abdique ahora. Pedirlo es desconocer el código de instituciones milenarias como la monarquía. Si el rey lo dejara ahora pasaría a los libros de historia como el monarca que tuvo que abdicar por casos de corrupción en su familia. Dejarlo es rendirse, y un militar como él, jefe de los ejércitos, no se rinde (eso proclaman los militares, al menos). Por lo demás, el reconocimiento de la generosidad de quien abdica, renuncia o dimite, es flor de un día. Tenemos muy cerca el caso de Benedicto XVI, que hace unos días era un hombre valiente y generoso, y hoy es una página más, y no precisamente la más inspiradora, en la historia de la Iglesia.

Por supuesto, el caso último es grave. Lamentablemente, después de cuatro décadas de reinado bastante digno, probablemente impecable, a Juan Carlos I se le complican las cosas. España, que no suele serlo, es hoy objeto de atención en los medios de comunicación internacionales por la imputación de la infanta. Pero tan perjudicial para la imagen de España (¡qué obsesión la del ministro con la marca España!) es la imputación como beneficioso que se confirme que en España la justicia actúa hasta con la familia real. Lo que sucede es que el asunto es tan interesante que va a seguir siéndolo por mucho tiempo. Lo peor que puede pasarte es que un tema feo se judicialice, porque eso son años de noticias e imágenes: la infanta entra en el juzgado, la infanta sale del juzgado, el juez dice una cosa, el fiscal otra, Torres contrataca, hay o no vista oral, se toma declaración a los testigos, se sentencia, se recurre, y así en un bucle larguísimo. Si además ahora los oportunistas como Andrew Morton aprovechan las penurias del rey y su familia para vender libros con las supuestas 1.500 mujeres de Juan Carlos, lo que empezó siendo un padrastro puede terminar gangrenando y requiriendo amputación del brazo.

Aunque el rey no abdique sí puede “dejar el trono”. El rey tiene 75 años. Incluso aunque viviera otros 20 (que Dios le guarde muchos años) está en el final narrativo de su reinado. Hace tiempo, probablemente desde la boda del príncipe, que en su reinado “no pasa nada”. Los adolescentes y jóvenes de hoy no vivieron el golpe de Estado, y el papel del rey en la transición es para ellos sólo una párrafo en una pregunta de examen de examen de Conocimiento del Medio. Sin aquellos antecedentes mitificados por sus mayores, les resulta muy extraño que la hija del monarca tenga que bajar la ya famosa cuesta mallorquina que da al juzgado.  Por eso se reduce el porcentaje de quienes se identifican con la monarquía como forma de Gobierno. Pues bien, el rey puede irse en la decadencia de la monarquía, o irse como el reformador de la institución y quizá así protegerla o, incluso, reforzarla.

Estratégicamente me parece interesante, pues, que vaya dejando el trono sin dejarlo. ¿Cómo? En parte, como ya lo está haciendo: cediendo el protagonismo a quien es el verdadero futuro de la monarquía, que es obviamente su hijo. Ni siquiera su nuera (que se lo pregunten a la reina de Inglaterra). Ni, por supuesto, tampoco sus hijas, y menos aún su yerno. El príncipe es percibido por la mayoría como un buen hombre, formado, sensible, cercano y profesional (insisto, no defiendo una posición personal o política, sino una estrategia de comunicación). Pero no basta con que el príncipe ocupe cada vez más espacio como ya sucede. Eso no sería suficiente. El rey y su hijo deben dar señales de que abordan los cambios necesarios.

Por ejemplo, es necesario regular las previsiones constitucionales con una Ley Orgánica de nuestro tiempo, que fije claramente su funcionamiento. Tendrían sin ningún problema el consenso suficiente en las Cortes. La Casa tiene que tener bien claras sus funciones y sus límites y debe ajustarse a los estándares de transparencia del resto de las instituciones del Estado. Lo contrario sería desastroso y la ciudadanía no lo entendería.

Pero estaría muy feo que, por esta decadencia progresiva de la institución a la que asistimos últimamente, pareciera que el parlamento se ve obligado a “meter en cintura” a la Casa Real. Eso dejaría en mala posición al príncipe. No: al contrario. Que se sepa de alguna manera, por ejemplo sencilla y llanamente diciéndolo, que el rey y su heredero son los promotores o los solicitantes de la reforma de su Casa. No estoy hablando de ir al parlamento, ni de montar shows, ni de imposturas, ni tampoco de pedir perdón como cuando el elefante. La situación requiere que el rey complete su trabajo como debe ser: con reformas legales efectivas que impidan sucesos como los que hemos visto en los últimos días o que los dificulten.

Ese sí sería un final interesante para el primer capítulo de la monarquía española contemporánea. Un rey que es capaz de reconocer su propio desgaste y las disfunciones de su reinado, que se sobrepone, se levanta y hace los cambios necesarios para terminar dejando el escenario adecuado para que su hijo comience, cuando toque, el segundo capítulo.

¿La ciberutopía era ésto? Los efectos colaterales de Internet: sofactivismo, tribalismo, trivialización y nueva censura

Transcripción traducida de mi conferencia en el seminario del Consejo de la UE y del Club de Venecia sobre Internet y la comunicación pública. Bruselas, 22 de marzo, 2013 (((videos, presentaciones y otros recursos)))

 Para ver la presentación en ppt / pdf haz click aquí abajo, ¡y no te pierdas las imágenes de la blogosfera!

En Junio de 1989 Ronald Reagan anuncia el fin del totalitarismo gracias al microchip. 20 años después, Gordon Brown nos dice que «Ruanda» nunca volverá a suceder gracias a Internet. Es una pauta persistente en la reciente historia de la humanidad. Cada vez que surge un nuevo medio de comunicación, llegan profetas que anuncian la liberación del ser humano, la expansión de la participación democrática, y un nuevo paso, quizá definitivo, hacia la paz mundial. Pasó con el telégrafo, el teléfono, la prensa escrita, la radio y la televisión.

Por dar sólo un ejemplo prominente, el mismísimo Marconi llegó a afirmar que «la llegada de la comunicación sin cables hará que la guerra sea imposible, porque será ridícula». Por supuesto,  Marconi no pudo verlo. Murió en 1937, cuando el totalitarismo estaba más fuerte en Europa, unos pocos años antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial.

Internet no ha sido ajeno a esa pauta, y lo que podemos llamar la «ciberutopía» nos ha hecho tantos anuncios que sería bueno ver, 20 años después de su nacimiento, si alguno de ellos se ha cumplido o no. Porque lo primero que debemos señalar es que no: Internet no es ya un «nuevo medio». Tiene dos décadas de edad y ya es un invento maduro.

Sin embargo, más o menos recientemente, se nos ha dicho:

  • Que seremos capaces de organizarnos sin organizaciones.
  • Que la web nos permitirá construir super-redes.
  • Que aprenderemos infinidad de nuevas cosas gracias a esos billones de links.
  • Que nuevos poderes transformarán nuestra economía.
  • Y, por supuesto, que se producirá una revolución en la política.
  • Alguien, incluso, más pesimista, nos dice que Internet destrozará nuestra cultura.

Y así seguimos, como señala un analista:

“Y así vamos dando vueltas. El flujo y reflujo del futurismo es curioso. La tecnología no es cíclica pero sí parecería que las predicciones tecnológicas estuvieran repitiéndose. Para siempre. Y por siempre».

Sí, Intenet tiene características que harían que la conversación política, social y económica fuera mucho más productiva, al menos en potencia. James Fishkin, uno de los padres de la llamada «democracia deliberativa», en la que los ciudadanos se implican en una discusión racional de diferentes argumentos para llegar a una conclusión, afirma que este tipo de decisión democrática fría, analítica y racional, necesita las siguientes condiciones:
  • Una información precisa y relevante. Internet tiene una enorme potencia para ello. Si buscas esa información en Internet la puedes encontrar fácil y gratutitamente.
  • Un equilibrio entre las diversas posiciones sobre una misma disputa. En Internet puedes tener ese equilibrio, también gratis y fácilmente.
  • Diversidad de opiniones. Por supuesto, todas ellas están en Internet. Puedes encontrar desde un extremo hasta el otro, y todas las opiniones intermedias.
  • Y el deseo de los ciudadanos de sopesar objetivamente los argumentos y con independencia de quién sea quien los defienda. Aquí es donde está el problema, como veremos.

Por tanto… Aquí tenemos un lugar que es el sueño de los anarquistas, los liberales, los libertarios, los racionalistas, los activistas antisistema y los líderes de religiones, sectas y movimientos sociales:

Abierto. Directo. Potencialmente transparente. Diverso. Participativo. Inmediato. Multimedia. Gratis.

Bueno… Todo esto suena genial, pero lo que encontramos en Internet está muy lejos del uso racional de todas esas potencialidades, y ésa es la hipótesis que quisiera formular en mi presentación: Internet reproduce – y a veces refuerza – ciertas pautas en la discusión de los asuntos públicos, que son persistentes en el ser humano, y que no cuadran bien con las profecías de la ciberutopía. Que Internet no es más que un sitio, con todas sus maravillosas capacidades y ventajas, en el que los seres humanos se comportan como siempre lo hicieron.

Esto significa:

  • Un lugar para el clickactivismo, o lo que yo he bautizado como «sofactivismo». Un lugar en el que puedes tener a millones haciendo click aquí y allá, pero en el que sólo unos cuantos verdaderamente comprometidos e interesados producirán de verdad algún cambio, y será a través de activismo real y offline.
  • Un lugar para el eterno tribalismo, en el que la gente se junta como siempre hizo: con sus similares, formando tribus, bandas, pandillas y equipos. Donde unos pocos lideran y el resto observa y sigue.
  • Como consecuencia, un lugar para la trivialización  del debate público, en el que las «conversaciones» políticas y sociales son tan simples y triviales y arquetípicas y en blanco y negro como siempre lo fueron: en los viejos cafés europeos, los bares y los hogares y los lugares de trabajo.
  • Un lugar en el que la vieja censura adquiere nuevas formas. En el que el los poderosos controlan y la gente es tan vulnerable como siempre. Más aún: en el que nuevos o viejos poderes están controlando incluso más.

Veamos esas pautas con una mirada más cercana.

Sofactivismo

En inglés se le llama «slacktivism», o «clickativism». Una movilización de baja intensidad, perezosa y con bajos niveles de compromiso. Cinco ejemplos o comentarios:

1. Se dijo que la Primavera Árabe fue un encadenamiento de «revoluciones de Twitter». Pero el hecho es que varios estudios demostraron que esa suposición era pura exageración. Por ejemplo, un estudio del activismo en Twitter esos días de 2011 demostró que la mayoría de los tuits llegaban de países ajenos a los lugares afectados, y que la mayoría de la actividad en Internet estaba siguiendo eventos que la gente seguía en la televisión. Particularmente en la televisión más influyente de todas: Al Jazeera. El estudio demuestra lo obvio: primero eran los medios de masas. Después de ellos, Twitter. Aparte de eso, los llamados «medios sociales» son influyentes cuando rompen el umbral de atención a través de los medios de masas (televisión, radio y prensa).

2. Hay alguna investigación que muestra lo contrario, pero la mayoría de los análisis confirma que  Internet no fomenta que la gente participe más.  Los activos (una minoría) siguen siendo activos. Y los inactivos siguen siendo inactivos, sin aprovechar las maravillas de Internet.

3. Esto explica por qué la petición más popular en la nueva sección «We The People»Â en la web de la Casa Blanca tiene cerca de 350.000 firmas, menos de un 0.002 del censo de electores. La petición más popular, por cierto, quiere «reconocer por ley a la Iglesia Baptista de Westboro como grupo ‘de odio'» Lo que quiera que eso signifique, pero probablemente no es ésa la causa más urgente en Estados Unidos. Si miras un poco más, encontrarás una curiosa mezcla de propuestas extremas (repetir las elecciones o retirar la reforma sanitaria conocida como Obamacare), que se combinan con otras excéntricas, como sustituir el himno nacional por una canción de un conocido rapero (11.000 firmas).

Como podrán ustedes imaginar, y ha sido demostrado por algunos estudios, estas campañas no tienen el más mínimo impacto en los funcionarios o los políticos, a los que les trae sin cuidado esa actividad extraña y mínima, aunque luzca muy bien en sus sitios web.

4. Algunos sociólogos dicen que esto podría incluso producir el efecto conocido como social loafing o «flojera social»: cuanta más gente sientes que está participando en algo, menos esfuerzo haces tú en ese algo. Este fenómeno fue detectado hace mucho tiempo en el famoso juego de la cuerda: cuanta más gente tira de la cuerda, menos esfuerzo hace cada individuo tirando de ella. ¿Pasa esto también en las redes sociales? No hay pruebas, como he señalado antes. Parece que Internet ni aumenta ni disminuye el esfuerzo en la participación.

5.  Muchas veces, lo que es aparentemente un activismo espontáneo es en realidad mentira, teniendo como base identidades falsas, los llamados «trolls» que invaden nuestro espacio público en Internet. En una manifestación en la calle no puedes ser 15 personas a la vez, pero en Internet ciertamente puedes. En otros casos hay grandes intereses detrás de la aparente espontaneidad de los sofactivistas. Lo mismo pasa en el mundo offline o «real», pero parece que Internet es un lugar especialmente diseñado para ese anonimato, a veces para bien, otras para mal.

Como señaló Malcolm Gladwell en su famoso artículo del New Yorker, el activismo social y la movilización requieren, siempre requieren, disciplina, compromiso, estructura, organización, jerarquías. El sofactivismo no facilita ninguno de ellos. Gladwell pone el ejemplo de la lucha por los derechos civiles en la América de los 60. Cito:

«Si Martin Luther King hubiera intentado un wiki-boicot en Montgomery, habría sido arrastrado por la estructura del poder blanco. ¿Y de qué habría servido una comunicación digital en una ciudad en la que el 98 por ciento de la comunidad negra se encontraba cada domingo por la mañana en el templo? Las cosas que King necesitaba en Birmingham—disciplina y estrategia – son cosas que los medios sociales online no pueden ofrecer».

Los efectos segundo y tercero que hemos notado en la actividad social en Internet a propósito de los asuntos públicos son:

Tribalismo y trivialización

Uno estaría tentado de pensar que, si no la cantidad de participación, al menos Internet podría favorecer la calidad de esa participación. Que si Internet proporciona recursos inmensos, infinitos, para comunicarse, el ciudadano medio podría hacer buen uso de esa cualidad. Por ejemplo, leyendo no sólo un periódico o siempre el mismo periódico, sino leyendo dos o al menos alternando los puntos de vista de vez en cuando.

Lo lamento, pero eso no sucede. Sencillamente no sucede. Cuando echamos un vistazo a esas maravillosas y fascinantes imágenes de la blogosfera, encontramos a un lado a los rojos y al otro a los azules. Los verdes ocupan su espacio. Los amarillos el suyo. La tribu de los conservadores no se habla con la tribu de los progresistas, por supuesto. La gente quiere oír y leer los argumentos de su tribu. Podría haber «ciberpuentes» uniendo a la gente, pero el hecho es que no los hay. La ciudadanía no habla con sus adversarios, si se prefiere decirlo así. Habla en círculos endogámicos.

Sucede en Estados Unidos, como puede verse en las imágenes de su blogosfera política, con los republicanos a un lado y los demócratas al otro. Sucede con la compra de libros online. Nadie compra libros conservadores siendo progresista, ni libros progresistas siendo conservador.

Sucede con la blogosfera política en Francia, con más colores por la existencia de un sistema multipartidista. Sucede en Alemania. Sucede en todos sitios. Por ejemplo, en Irán.

Sucede no solo con los blogs. También en Twitter. Observemos cómo tuiteó la gente sobre el discurso de Obama en el debate del Estado de la Unión. Una vez más, se observa una drástica polarización de las opiniones: a favor de Obama a la izquierda, en contra a la derecha.

En resumen, Internet no conecta diferentes argumentos de gente diversa. Internet no promueve una fría y equilibrada conversación. Internet conecta tribus y opiniones parecidas entre sí, y reproduce el viejo tribalismo de la especie humana.

La cuarta tendencia o pauta de la que quisiera hablarles es

La nueva censura

Miremos ahora la regulación europea sobre la televisión o la radio o las leyes referidas a la difamación o la libertad de expresión en la prensa escrita. Son bastante claras. Si obtienes la concesión de un canal de televisión, tienes justamente eso: una concesión. El espacio radioeléctrico es limitado, por lo que tienes que cumplir con ciertas normas si quieres hacer negocio con él.

Esto no sucede igual en Internet. Aquí tenemos un espacio en el que un niño de seis años puede teclear «porno» y obtener de inmediato imágenes explícitas para empezar. O «terrorismo» si se prefiere. No digo que esto sea necesariamente malo. Depende mucho de lo que cada cual considere o no aceptable. Pero lo que sí digo es que esto no es resultado fundamental de la voluntad de los legítimos gobiernos. Depende, al menos por ahora, de las decisiones de Google, Twitter, Yahoo, Microsoft y otras compañías; la mayoría de ellas, por cierto, estadounidenses.

Tienen la libertad de cerrar cuentas – como hizo unilateralmente Twitter con una cuenta falsa del nuevo papa Francisco el primer día tras su nombramiento. Pueden incluso manejar los datos de sus usuarios, comenzar a facturar sin previo aviso por servicios prestados,  promover ciertas marcas o mensajes para sus patrocinadores, etc., etc.

Los gobiernos en los regímenes autoritarios no son estúpidos y por eso crean plataformas controladas por ellos. Como hacen los chinos, con su red Weibo, un sustituto muy digno de Google y Twitter juntos, pero con el estricto control de los funcionarios. O como hacen los rusos, cuya Duma aprobó el año pasado una ley que permite la censura de una lista negra de webs que no cumplen con los deseos del Gobierno de Putin.

Los gobiernos más democráticos tampoco son tontos, claro. Y hacen lo que pueden para controlar las comunicaciones no necesariamente en beneficio de la paz mundial o el bienestar de las naciones. Hace sólo dos días, el miércoles, en Nueva York, el responsable tecnológico de la CIA, decía en una conferencia:

«El valor de cada pieza de información solo es conocido cuando puedes conectarlo con algo más que surge en el futuro. Puesto que no puedes conectar puntos que no tienes, esto nos lleva a…. lo que intentamos es fundamentalmente recoger todo lo que podemos y mantenerlo por siempre».

Así que aquí está la CIA. Te estamos mirando. Y eres un «sensor andante». Y queremos «tener toda la información del mundo entero». Y sí: «deberías preguntarte por tus derechos». Pero nosotros vamos más rápido que tú. Por cierto, la conferencia tenía lugar después de que supiéramos que la CIA y Amazon habían firmado un acuerdo de 600 millones de dólares para hacer análisis computacional en la nube.

Sí, suena maravilloso cuando hablamos de Libertad, Apertura, y Gobierno Abierto, pero estamos muy lejos de esa Arcadia feliz. Estamos lejos del sueño de libertarios y fundadores de sectas, religiones y movimientos. Por no decir que es probable que estemos yendo en la dirección opuesta. Ausencia de controles legales en estados democráticos; en potencia, control masivo de las vidas privadas y una censura de segunda generación en regímenes autoritarios; todo ello nos permite hablar de un desplazamiento del poder, y de una nueva forma de censura, tanto pública como privada.

Para terminar, y en resumen, sería una exageración comparar Internet con un lavavajillas, como hace un historiador cuando dice:

“Internet es una oficina de correos, un quiosco de prensa, un videoclub, unos grandes almacenes, una sala de juegos, una gran enciclopedia, una tienda de discos, un sex shop y un casino, todo ello en un solo sitio. Sinceramente, eso ya es bastante increíble. Pero es increíble en la misma manera en que es increíble un lavavajillas: te permite hacer algo que siempre has hecho de manera más fácil que antes”.

Sí, probablemente no es más que una exageración, pero no mayor que la de la ciberutopía que domina hoy en el debate público sobre Internet.

Entonces, ¿cómo podemos «adaptarnos», como sugiere el título de esta jornada? ¿Cómo podemos adaptarnos a este ambiente en el que, evidentemente, Internet está para quedarse? Permítanme terminar con cuatro ideas, aunque sea sólo para abrir el debate:

1. Enfoquémonos no más en Internet que en el ser humano que lo utiliza. Movámonos hacia una comunicación centrada-en-el-ciudadano y no en esta comunicación centrada-en-Internet. Esto probablemente significa contar más con los sociólogos, los antropólogos y los psicólogos, y no tanto en los expertos en Internet, con perdón por los expertos en Internet que hay en esta sala.

2. No creemos problemas donde no existen. Dejemos de invertir dinero y recursos y tiempo tratando de forzar a los ciudadanos a ser racionales, participativos, implicados, comprometidos con los asuntos públicos, cuando la inmensa mayoría es emocional, poco comprometida y básicamente perezosa con respecto a los asuntos públicos.

3. Movámonos con rapidez en lo que se refiere a la regulación. Si no ponemos límites al control y la comercialización de la información privada, puede que cuando sintamos la necesidad de hacerlo sea demasiado tarde. El espacio en Internet es ilimitado, pero de alguna manera es público. No tiene sentido que permitamos que en la web sucedan cosas que no permitimos en la vida offline.

4. Cuando tengo entre manos un proyecto específico que se desarrolla en Internet, nunca considero la red de manera aislada, como no considero la televisión, la radio, el cine, los periódicos o la comunicación cara a cara de manera aislada. No pregunto qué puede Internet ofrecer de manera que yo me adapte a su oferta. Al contrario: pregunto qué necesita mi cliente para que Internet pueda adaptarse a sus necesidades. En una manera kennediana de decirlo: «Pregunta no lo que tú puedes hacer porInternet sino lo que Internet puede hacer por tí». Es una aproximación muy distinta, y a mi me funciona mucho mejor.

Señoras y señores, ojalá podamos pronto equilibrar las fuerzas de la ciberutopía y del ciberpesimismo, situándonos en el centro virtuoso del ciber-realismo. Confío en que esta presentación sea útil al menos para comenzar a debatir sobre ello.

Muchas gracias.

 

Refencias y lecturas:

 

Arroyo, Luis. 2012. El poder político en escena. Historia, estrategias y liturgias de la comunicación política. RBA.

Arroyo, Luis. 2012. “Diez razones por las que Twitter no sirve para (casi) nada en política”, en www.luisarroyo.com, 6 de mayo. Accesible en Internet: http://www.luisarroyo.com/2012/05/06/10-razones-por-las-que-twitter-no-sirve-para-casi-nada-en-politica/

Arroyo, Luis, Martín Becerra, Ángel García Castillejo y Oscar Santamaría. 2012. Cajas mágicas. El renacimiento de la televisión pública en América Latina. Tecnos.

Briggs, Charles y Augustus Maverick. 1858. The Story of the Telegraph and a history of the great Atlantic cable. Rudd & Carleton.

Bryden, John, Sebastian Funk y Vincent Hansen. 2013. “Word usage mirrors community structure in the online social network Twitter”. En EPJ Data Science, 2:3. Accesible en Internet: http://www.epjdatascience.com/content/pdf/epjds15.pdf

Coleman, Stephen y Jay Blumler. 2009. The Internet and Democratic Citizenship: Theory, Practice and Policy. Cambridge University Press.

Ekman, Joakim. 2009. “Political Participation and Civic Engagement: Towards A New Typology”. En Youth & Society, Working Paper 2009:2. Accesible en Internet: https://inforum.oru.se/PageFiles/14371/Ekman%20and%20Amn%C3%A5%202009-1.pdf

Farrell, Henry. 2012. “The Consequences of the Internet for Politics”. En Annual Review of Political Science, 15: 35 -52. Accesible en Internet: http://crookedtimber.org/wp-content/uploads/2011/09/ARPS.pdf

Freelon, Deen. 2011. “The MENA protests on Twitter. Some empirical data”, en dfreelon.org, 19 de mayo. Accesible en Internet: http://dfreelon.org/2011/05/19/the-mena-protests-on-twitter-some-empirical-data/

Gómez, Javier. 2013. “Francisco Polo: Me preocupa que haya juicios públicos, pero no me siento responsable”. Entrevista en la revista Jot Down, 11 de febrero. Accesible en Internet: http://www.jotdown.es/2013/02/francisco-polo-me-preocupa-que-haya-juicios-publicos-pero-no-me-siento-responsable/

González Quijano, Yves. 2011. “Las revueltas árabes en tiempos de transición digital. Mitos y realidades”. En Nueva sociedad, 235, pp. 110-121.

Hoffman, Lindsay. 2012. “Participation or Communication? An Explication of Political Activity in the Internet Age”. En Journal of Information Technology & Politics, 9: pp. 217-233.

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Kahneman, Daniel. 2012. Pensar rápido, pensar despacio. Debate.

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Nabatchi, Tina, John Gastil, Michael Weiksner y Matt Leighninger, eds. 2012. Democracy in Motion. Evaluating the Practice and Impacto of Deliverative Civic Engagement. Oxford University Press.

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State, Bogdan, Patrick Park,  Ingmar Weber, Yelena Mejova y Michael Macy. 2013. “The Mesh of Civilizations and International Email Flows”. En Web Science, 13, Mayo. Accesible en Internet: http://arxiv.org/pdf/1303.0045v1.pdf

Taleb, Nassim Nicholas. 2011. El cisne negro. Nueva edición ampliada y revisada: El impacto de lo altamente improbable. Paidós.

Tetlock, Philip. 2005. Expert Political Judgment: How Good Is It? How Can We Know? Princeton University Press.

Wolfsfeld, Gadi, Elad Segev y Tamir Sheafer. 2013. “Social Media and the Arab Spring: politics come first”. En The International Journal of Press/Politics, 16

Wellman, Barry,  Anabel Quan Haase, James Witte y Keith Hampton. 2001. “Does the Internet Increase, Decrease, or Supplement Social Capital?”. En American Behavioral Scientist, Vol. 45(3), pp. 436-455.

 

The cyberutopia was this? Sofactivism, tribalism, new censorship and trivialization of the public sphere

(((Versión española aquí mismo en breve))

Transcript from my conference at the EU Council and Club of Venice seminar on public communication and the Internet. Brussels, March 22, 2013 (((videos, speaker’s presentations and other resources)))

 For the ppt/pdf presentation click here, and don’t miss the blogosphere images!

In June 1989 Ronald Reagan announces the end of totalitarianism by virtue of the microchip. 20 years later, Gordon Brown tells us that Rwanda will never happen again thanks to the Internet.

It is a persistent pattern over the recent history of humanity –  every time there are new means of communication, prophets come and announce the liberation of the human being, the expansion of democratic participation, and a new step, maybe the definitive, in the long way to world peace. It happened with the telegraph, the phone, the written press, the radio and the television.

Just to put a prominent example, Marconi himself said that «the arrival of the era of wireless communication will make war impossible, because it will be ridiculous.» Of course, Marconi couldn’t see it. He died in 1937, when totalitarianism was strong in Europe and led to World War II.

The Internet has not escaped this. And what we can call “cyberutopia” has been so full of announces that it would be good to see, 20 years after its birth, if they happened at all or not. Because NO, the internet is not «new media» anymore. The internet is already two decades old. It is a mature invention already.

However, more or less recently, we have been told that:

  • We will be able to organize without organizations.
  • They tell us that the Web will let us build super networks.
  • That we will learn infinite new things thanks to those billions of links.
  • That these new powers will transform our economy.
  • And, of course, revolutionize politics.
  • Someone, more pessimistic, even says that the Internet will destroy our culture.

So here we go, as one analyst recounts:

“And so we come full circle. The ebb and flow of futurism is a curious one. Technology isn’t cyclical but it would seem our technological predictions of the future may very well be repeating themselves. Forever. And ever.”

Yes, the Internet provides features that would make the political, social and economic conversation much more productive, at least potentially. James Fishkin, one of the fathers of the so-called Deliberative Democracy, in which citizens engage in rational deliberation of different arguments to come to a conclusion, says that this kind of cold, analytic, rational democratic decision making needs the following conditions:
  • Accurate and relevant information: If you look for it, you can have it easily and free in the Internet.
  • Balance between the various positions on the same dispute. You can have that balance in the Internet, once again, easily and for free.
  • Diversity of opinions. Of course, all of them are in the Internet. You can find opinions from one extreme and the other, and all the opinions in the middle.
  • And the will of citizens to weight arguments objectively and regardless of who defends them. And here is where the problem comes, as we will see.
So let’s see… We have here a space that is the dream of anarchists, liberals, libertarians, rationalists, anti system activists, and leaders of religions, cults and social movements…

Open. Direct. Potentially transparent. Diverse. Participative. Inmediate. Multimedia. Free.

Well… This sounds all great, but what we find in the Internet is far from the rational use of all these potentials, and that is the hypothesis that I would like to make in my presentation: The Internet reproduces – and sometimes reinforces – certain patterns in the public affairs discussion that are persistent in the human being, and do not fit well with those prophecies of the ciberutopia. That the Internet is not more than a place, with all its marvelous capabilities and advantages, in where human beings behave as they always did.

This means:

  • A place for clickativism, or what I prefer to call «sofactivism», where you can have millions clicking here and there, but where only a few really committed and interested will make real change, through real and offline activism.
  • A place for eternal tribalism, where people get together as always did: with his or her similars, forming tribes, bands, gangs and parties. Where a few lead and the rest just observe and follow.
  • As a consequence, a place for trivialization of the public discussion, in which political and social “conversations” are as simple and trivial and archetypical and black and white as they always were in the old European cafés, bars and homes and working places.
  • A place with new forms of the old censorship, where the powerful control and the people is as vulnerable as always. And, more than that, where new or old powers are controlling even more.

Let’s see these four patterns in a closer look.

Sofactivism.

In English it is called slacktivism, or clickativism. A mobilization of low intensity, lazy and with low levels of commitment. Five examples and comments:

1. The Arab Spring was told to be a Twitter revolution. But the fact is that studies here and there demonstrated that most of those suppositions were just hype. For example, a study of the activity in Twitter on those days of 2011 shows that most of the tuits where coming from outside the countries affected, and most of the activity was just following the events that people was following on tv. Particularly in the most influential of all: Al Jazeera. The study shows the obvious: first come the mass media. After that, Twitter. Apart from that, social media are influential when they break the threshold of attention through the mass media (television and radio and press).

2. There is some research saying the opposite, bust most of it confirms that Internet does not make people participate more. The actives (a minority) keep being actives. And the inactives are still inactives, in spite of the wonders of Internet.

3. This explains why the most popular petition in the new section «We The People» in the White House website has around 350.000 signatures, less than 0.002 of the eligible voters. The most popular petition, by the way, tries to “legally recognize Westboro Baptist Church as a hate group”. Whatever that means, but probably not the most urgent social cause in America by the way. If you take a closer look, you will find there a nice mix of extreme proposals (recall the election or repeal Obamacare), combined with other eccentric ones, such as the substitution of the national anthem for a song by a well known raper (11.000 signatures).

As you can imagine, and has been demonstrated by some studies, theses campaigns do not have any impact at all in officials or politicians, who do not take any care of that eccentric and small activity, although it shows very nice in their homepages.

4. Some sociologists say that this could even promote an effect known as social loafing: the more you feel many people is participating in something, the less effort you as an individual put in that something. This has been detected long time ago in the famous rope-pulling game: the more people are pulling the rope, the less individual effort they make. Does that happen in the social networks in Internet? There are no evidences, as I said before. It seems that the internet does not increase efforts to participate nor does it lower them.

5.  What is apparently spontaneous activism, in many cases responds to fake identities, the so called trolls that invade now the public space. You cannot be 15 different persons in a public demonstration in the street, but in the Internet you certainly can. In other cases, there are big corporations or big interests behind the apparent spontaneity of sofactivists. The same happens in the “real” or offline world, but it seems that the Internet is specially well suited for this anonymity, sometimes for good, but others for ill.

As noted by Malcolm Gladwell,  in his famous New Yorker article, social activism and mobilization, requires, always requires, discipline, commitment, structure, organization, hierarchies.  Sofactivism promotes none of them. Gladwell puts the example of the fight for civil rights by Afro-Americans in the US of the 60s: Quote:

«If Martin Luther King, Jr., had tried to do a wiki-boycott in Montgomery, he would have been steamrollered by the white power structure. And of what use would a digital communication tool be in a town where ninety-eight per cent of the black community could be reached every Sunday morning at church? The things that King needed in Birmingham—discipline and strategy—were things that online social media cannot provide.»

The second and third effects that we notice in the social activity about public affairs in the Internet:

Tribalism and Trivialization

 One would be tempted to think that, if not the amount of participation, Internet would at least increase the quality of that public participation. That if the Internet provides immense, infinite, resources of communications, the average citizen could  make good use of that capacity. For example, reading not only or always the same newspaper, but reading two or at least alternate different views.

Well, sorry, but that does not happen. It simply does not happen. When we take a look at those wonderful and fascinating pictures of the blogosphere, we find the reds on one side. The blues on the other. The greens in one place. The yellows in the other. The tribe of conservatives does not exchange views with the tribe of progressives, of course. People want to hear and read the arguments of their tribe. There could be cyberbridges uniting people, but the fact is that there aren´t. People do not speak with the enemy, so to speak. They speak in endogenic circles.

That happens in the US. Take a look at the American political blogosphere, with republicans on one side and democrats on the other.

It happens with political books. No one buys conservative books if one is progressive, nor do conservatives buy progressive books.

It happens in the political blogosphere in France, with more colors, because of its multiparty system.

It happens in Germany.

It happens everywhere. For example, in Iran.

It happens not only with blogs. But also in Twitter. See how the people twitted the State of the Union Address by Obama, and notice, again and again, the huge polarization of opinions, in favor of Obama on your left. Against Obama on your right.

In short, Internet does not connect different arguments and people. Internet does not promote a cold and balanced conversation. Internet connects tribes and opinions and reproduces the ancient tribalism of human beings.

The fourth pattern that I would tell you about is

New censorship

 Take a look at the European regulation on television or radio or even the laws regarding defamation and freedom of expression in the written press. They are quite clear. If you have a concession for a tv channel, you have just that: a concession. The radioelectric space is limited, so you have to comply with certain norms to make business of it.

That does not happen in the Internet. We have here a place in which a six year old kid can type “porn” and get some explicit images to start. Or “terrorism” if you want.

I am not saying that this is necessarily bad. It depends very much in what you consider acceptable or not. What I am saying is that all this does not depend basically on the will of legitimate governments, or at least not yet. It depends by now mainly on the decisions of Google, Twitter, Yahoo, Microsoft, and other companies, most of them, by the way, American.

They have the freedom to close accounts– as Twitter unilaterally did with a fake account of Pope Francis the first day of his election. They can also manage the data of users, start billing for their services if they want without previous notice, promote certain names and messages for their sponsors, etc., etc.

Governments in authoritarian regimes are not stupid, of course, so they create their own government-controlled platforms. As they do in China, with their Weibo system, a quite good substitute of Google and Twitter altogether, but with the tied and expected controls by the Chinese officials. Or in Russia. Where the Duma passed last year a law that permits the censorship of a blacklist of sites that do not comply with the desires of the Putin Government.

More democratic governments are not stupid either, of course. And they are doing all they can to control communications, not necessarily in defense of the world peace or the wealth of nations or the benefit of the human species.

Only two days ago, on Wednesday in New York City, the CIA Chief Technologist Officer said in a conference:

«The value of any piece of information is only known when you can connect it with something else that arrives at a future point in time,»

«Since you can’t connect dots you don’t have, it drives us into a mode of, we fundamentally try to collect everything and hang on to it forever.»

So here goes the CIA: we are watching you. And you are a walking sensor. And we want to have all worldwide information. And we will keep your data forever. And yes, you should be questioning about your rights, but we go faster than you. By the way, the conference came after we knew about a Six hundred million dollar deal between the CIA and Amazon for cloud computing analysis.

Yes, it sounds wonderful to talk about Freedom and Openness, and Open Government, and things like that, but we are very far from that happy Arcadia. We are far from the dream of libertarians, and founders of cults and religions and movements. Not to say that we might well be going in the opposite direction. Lack of legal controls in democratic states. Overt massive potential or real control of private lives, and second generation censorship in authoritarian regimes, allows us to speak about a shift in power, and about a new form of censorship, both private and public.

To summarize, it could well be an exaggeration to compare Internet with a Dishwasher. As one historian does when he says:

“The Internet is a post office, newsstand, video store, shopping mall, game arcade, reference room, record outlet, adult book shop and casino rolled into one.  Let’s be honest:  that’s amazing.  But it’s amazing in the same way a dishwasher is amazing—it enables you to do something you have always done a little easier than before.”

Yes, it is probably just and exaggeration, but no more than the hype of the cyberutopia that dominates today the public debate about the Web.

So, what can we do to “adapt”, as the title of this meeting suggests? How can we adapt to this environment in which, evidently, Internet is not going to disappear? Let me end proposing four ideas, at least as an invitation for debate and open discussion:

1. Let’s not focus on the Internet more than on the human being who uses it. Let’s move to a citizen-centric communications from this internet centrism in which we currently are. This probably means counting more on psychologists and sociologists and anthropologists than on technologists and web-experts. Sorry for the web-experts.

2. Let´s not create problems that do not exist. Let’s stop investing money, time and other resources trying to force citizens to be rational, participative, involved, commited to public affairs, when the huge majority of citizens are emotional, unengaged, and basically lazy with public affairs.

3. Let’s move quickly on regulation. If we put no limits to the control and marketing of private information, it will probably be too late when we feel the need to do it.  The public space in the Internet is unlimited, but somehow is public. It has no sense that we allow people to do things in Internet that are not allowed in the offline life.

4. When I have specific internet communications projects, I never consider Internet isolated from anything, as I do not consider tv, radio, cinema, papers or face to face communications isolated. I do not ask: “what can Internet provide so I will adapt to it?.” On the contrary, I ask “what does my client need so that I can integrate Internet to his or her needs? In a kennedian way of wording: «Ask not what you can do for the Internet; ask what the Internet can do for you.»

That is a quite different approach, and it works for me much better.

Ladies and gentleman, I wish we can soon balance the forces of the cyber utopia and the cyber pessimism, placing ourselves in the virtuous center of cyber realism. I hope this presentation is at least useful for the setting of that debate.

Thank you very much.

 

References and readings:

Arroyo, Luis. 2012. El poder político en escena. Historia, estrategias y liturgias de la comunicación política. RBA.

Arroyo, Luis. 2012. “Diez razones por las que Twitter no sirve para (casi) nada en política”, en www.luisarroyo.com, 6 de mayo. Accesible en Internet: http://www.luisarroyo.com/2012/05/06/10-razones-por-las-que-twitter-no-sirve-para-casi-nada-en-politica/

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Briggs, Charles y Augustus Maverick. 1858. The Story of the Telegraph and a history of the great Atlantic cable. Rudd & Carleton.

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Coleman, Stephen y Jay Blumler. 2009. The Internet and Democratic Citizenship: Theory, Practice and Policy. Cambridge University Press.

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¡Pero qué torpes! Cinco lecciones muy básicas a propósito de los escraches

Es mi artículo de los viernes para InfoLibre. Lo escribí minutos antes de saber que el Gobierno actuaría contra los manifestantes de manera contundente. Realmente son muy muy torpes.

Aquí está el artículo.

La clave para la PAH ahora es mantener a toda costa la paz en las manifestaciones. La resistencia pacífica que enseñaron Gandhi, Luther King y otros es la referencia. La Albert Einstein Institution se dedica a promover la resistencia pacífica en causas «mayores» como la lucha contra dictaduras, pero su web es un buen repositorio de guías y recomendaciones.

Y muy ilustrativa y práctica – aunque esta hay que pagarla – es la guía How To Win Campaigns, escrita por Chris Rose, un ex activista de Greenpeace.

 

Lo que dicen los correos de Enron sobre el lobbying

Ahora que hay un cierto debate, aunque muy limitado y paticorto, sobre la necesidad de regular el lobbying en España (véanse, por ejemplo, este artículo y también este otro), es sumamente interesante este artículo académico («The Inside View: Using the Enron E-mail Archive to Understand Corporate Political Attention»), que ganó un premio de la muy prestigiosa American Political Science Association.

Se trata de un análisis de contenido, automatizado y también manual, de más de 250.000 correos electrónicos enviados o recibidos por 151 directivos de Enron entre 1999 y 2002, antes del colapso de la compañía. Se estudia el contenido de los correos, algo sumamente interesante, porque muy pocas veces se puede tener acceso a las comunicaciones de una empresa tan grande como aquella. Este hecho impide que los analistas puedan estudiar el lobbying observándolo tal como se practica. Por otro lado, quienes escribían esos correos no sospechaban que podrían ser públicos, y eso añade atractivo a la investigación.

Del estudio de los mensajes se observa lo siguiente:

  • La mayoría de los mensajes (el 66 por ciento) hace puros comentarios de seguimiento de la actividad política que afectaba a la compañía. Típicamente en la forma de envíos de artículos de prensa o en la forma de descripción de información que los lobistas de Enron habían obtenido en sus contactos personales. En resumen, simple monitorización de la actividad legislativa y ejecutiva. El tono puede ser tan frío como el de este extracto que los investigadores ponen como ejemplo, pero como se observará al leerlo, se trata de un ejercicio de persuasión más que de intercambio de favores:

«El Senado votó la Ley ayer. Nuestra enmienda se aprobó. La enmienda evita que el Bureau of Land Management o el Servicio Forestal puedan aprobar nuevas normas sobre la fibra óptica. El Bureau hizo un último esfuerzo para tumbar esa enmienda en el Senado, pero contactamos con personal y senadores clave y no lograron llegar a ningún sitio. Ahora la acción se muda a la Conferencia, lo que para nosotros significa que tenemos que enfocarnos en la Cámara de Representantes. Scott y yo pasaremos los próximos dos días reuniéndonos con representantes republicanos clave en la Cámara». 

  • Sólo un 1 por ciento de los mensajes tiene que ver con contribuciones de campaña, financiación de los partidos, que allí es legal, o con otros aspectos puramente de intercambio de favores.

Estos datos y otros muy interesantes que proporciona el estudio permiten a los autores afirmar que existe muy probablemente un predominio del lobbying como actividad de monitorización y participación política persuasiva (construyendo alianzas y convenciendo), y no de esa otra visión del lobbying como actividad puramente transaccional, de puro y simple intercambio de favores.

Dar un discurso como Clinton, mantener el mensaje y saber qué decir cuando hay crisis

En sólo un día y medio y por 490 euros. El mejor curso posible de comunicación. Sólo práctico. Con simulación de crisis, uso de teleprompter y entrenamiento de entrevista.

Apúntate para el curso en Madrid (el 10 y el 11 de abril) o en Barcelona, Sevilla, República Dominicana (Santo Domingo) y Colombia (Bogotá).

Aquí tienes toda la información:

http://www.asesoresdecomunicacionpublica.com/index.php/curso-3-en-1-comunicacion-de-verdad/

 

Nuevo libro sobre la televisión pública en América Latina

Lo redactamos a ocho manos Oscar Santamaría, Martín Becerra, Angel García Castillejo y yo mismo. Con el apoyo del Banco Mundial, del PNUD y de la FIIAPP. Es una revisión histórica y analítica del estado de la televisión pública en América Latina. Lo presentamos el jueves pasado en Washington y ya está en las librerías. Formula las tres preguntas básicas para debatir sobre la cuestión: ¿Qué se programa? ¿Quién controla? ¿Quién paga?

Tratamos que la redacción fuera de fácil lectura, y creo que lo hemos conseguido.

Se llama Cajas Mágicas. El renacimiento de la televisión pública en América Latina. Lo edita Tecnos.

Contra la libertad en Internet

Para mi tercer artículo en InfoLibre he preferido un título provocador. Aquí está el texto, y también el vínculo al nuevo libro de Morozov, que es un compendio bien hilado de los despropósitos de la red.

Contra la libertad en Internet…

…O al menos en la misma medida en que otros claman por la libertad en Internet. Porque, ¿la libertad de quién y para qué? ¿La libertad de Twitter para cerrar la cuenta de un tipo que se hace pasar un rato por el papa Francisco? Y si alguien se hace pasar mañana por mí, ¿también clausurarán su cuenta? ¿Quién decide? ¿Quién regula?
Ha llegado el momento de que pidamos, sin que se nos considere por ello trasnochados, intervencionistas o maléficos, que se ponga freno a la efervescencia con que en otro tiempo recibimos la promesa de encontrar en Internet la tierra prometida de la libertad verdadera, una suerte de utopía marxista en la que los ciudadanos podríamos desarrollar el sueño de una sociedad sin clases, en la que la democracia verdadera podría manifestarse por fin sin la intromisión de los poderes dominantes.
No: Internet está convirtiéndose en –es ya, de hecho– un lugar dominado y controlado por un puñado de poderes sin legitimidad pública alguna. Esta semana hemos vuelto a notar los síntomas de ese hecho lamentable. Hace un par de días, lo del papa. El martes, aquí en Washington leo en la primera del New York Times que Google reconoció ante 38 de los Estados Unidos, que había violado el derecho a la intimidad de los ciudadanos cuando utilizó contraseñas, direcciones de email y otra información personal mientras recogía datos para su Street View, un programa –por lo demás maravilloso– que permite mapear calles, ciudades, monumentos y pistas de esquí, por ejemplo. Google ha acordado pagar una multa ridícula (para las cifras que maneja la compañía) de siete millones de dólares, en un acuerdo extrajudicial. Hace poco conocíamos también, gracias al profesor Kosinski y sus colegas del Centro de Psicometría de la Universidad de Cambridge que, con un más del 80 por ciento de precisión, con los datos que incluimos en Facebook cualquiera puede adivinar si somos homosexuales o heterosexuales, si simpatizamos con la izquierda o con la derecha o cuál es nuestro origen étnico. Con algo menos de exactitud, pueden saberlo casi todo de nosotros.
Lo llaman “ciencia social computacional” y es, según parece, el eufemismo que se utiliza para cobrar unos 70 euros por la información completa de cada persona que vaya dejando su rastro en la red. Al mismo tiempo, un avispado ya ha anunciado que prohibirá que en su cafetería (cercana a la sede de la compañía en California) nadie entre con las gafas de Google, que permiten básicamente grabar todo lo que sucede alrededor del usuario y colgarlo en tiempo real en la web, sin que nadie se percate.
Hace pocos días que se vende ya el nuevo libro del siempre contestón Evgeny Morozov, To save everything, click here ( algo así como “Para resolverlo todo, haz click aquí”), una magnífica vacuna contra los ciberutópicos que tanto se prodigan, y que se enorgullecen de ese eslogan estúpido, promovido por la propia compañía, que dice que Facebook es una de las mayores naciones del mundo por el número de sus habitantes, sin preguntarse quién gobierna tal nación y con qué legitimidad.
También en estos días hemos podido ver qué se esconde detrás de esa reivindicación ingenua de quienes claman por el derecho a bajarse música gratis, leer cualquier cosa gratis o ver películas gratis: los intereses espurios de algunas empresas que se benefician particularmente de ese tráfico y que están interesadas en canalizar hacia ellas el negocio potencial de esos sectores. Lo cuenta Robert Levine en Parásitos, que acaba de aparecer.
Algunos creían que Internet traería la conversación política y social sosegada y equilibrada y lo cierto es que ha reforzado el pandillerismo más primario. Esos mismos creían que restaría poder a las grandes empresas tradicionales, y lo cierto es que lo ha trasladado a un puñado de compañías estadounidenses cuya única diferencia de estilo con las viejas corporaciones es que sus directivos de ahora visten camiseta y calzan zapatillas de deporte. Algunos se apresuraron a anunciarnos la belleza de la movilización horizontal de la gente (“¡Aquí llega la multitud…!: libre, optimista, sin intermediarios, a hacer pacíficamente la revolución”). Y nos hemos encontrado un sofactivismo, como yo traduzco el llamado slacktivism anglosajón, que ni pincha ni corta.
Me manifiesto aquí contra esa libertad en Internet. Esa libertad aparentemente inocua, que está poniendo lo que antes estuvo en manos de poderes legítimos y bajo controles legítimos, en manos de unos pocos tipos que no sabemos quiénes son ni qué traman con nuestros datos o nuestra actividad en la red. Serán muy modernos, irán de libertarios y llevarán zapatillas, pero la vieja y denostada y ajada política debería poner coto a sus ambiciones.